Otro año se extinguió, como las llamas de la ceniza al caer sobre el suelo, y como la luz que anuncia el grito furioso del relámpago, se acerca poco a poco el 2012. La vida va girando, los segundos son tan pequeños, pero tan vastos como granos de arena golpeados por las olas del mar; y el curso del mundo, tan constante e inagotable, prepara de nuevo su viaje cósmico por su pequeño pedazo de Universo.
Y aquí sigo yo, tan incierto como pocas veces, tan absorto por el mundo que me mira impaciente y que amenaza con absorberme en su agonía inevitable. Lejos quedaron los días en los que crecer era un juego que se hacía entre los primos, entre los amigos, entre los sueños; lejos quedaron las auroras que desde mis ojos veían maravillados lo que el destino le deparaba: corbatas y camisas, el auto de papá, la cena de 9 de la noche, el sueño suspendido camino a una nueva jornada.
Esos días debieron llegar desde hace muchas lunas, pero en su lugar, me oculté en un pozo sin fondo, donde sólo pudiera ver las estrellas y las faces lunares. La cuerda que va hacia la superficie ha estado ahí todo el tiempo, pero mis manos han estado demasiado entumidas para subir hacia el vacío y recomenzar. Pero ya es 2012, y por más que los medios en su ignorancia sensacionalista digan que el fin del mundo se acerca, aún queda mucho camino qué recorrer.
Esta es mi vida, yo tomé cada ruta, cada descanso, cada error, cada acierto. Elegí y fui elegido: amigos, padres, hermana, familiares, maestros, colegas, lectores de este blog. No me puedo defraudar, no los quiero defraudar; ellos se han jugado mucho por mí, me han dado su amistad sin medidas, me han ayudado en lo que los he pedido, me han ayudado a crecer. Quiero mostrarles que todo lo que he recibido ha valido la pena.
A todos ellos, a todos ustedes... ¡Gracias!
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