agosto 02, 2012

Metallica en México: Agosto 1 de 2012

El espíritu de la banda, James y Lars (metallica.com)

Tratar de explicar el romance de Metallica con México es algo complejo; cuando una banda llega a la Ciudad de México para organizar ocho conciertos en el Palacio de los Deportes, es porque ahí hay de por medio algo demasiado excitante y peligroso, un voto fuerte y recíproco, casi familiar, entre banda y fanaticada. Muchos artistas hacen grandes temporadas en escenarios del De-Efe, eso no es nuevo, pero pocos de estos son internacionales y tienen el calado de la banda de Los Angeles. Si de algo debemos sentirnos orgullosos los fans de Metallica, es de la forma como nos miman.

En treinta años de carrera, Metallica ha tendido lazos fuertes alrededor del mundo con su música, sus espectáculos y su carisma, pero por alguna razón, cuando parece que los tours se vuelven largos y cansados, regresan a recargar su energía a nuestro país. La primera vez fue en 1993, cinco conciertos en el Domo de Cobre que fueron compilados en la caja Live Shit: Binge & Purge; la segunda fue en 1999, con Pantera y Monster Magnet en una única fecha en el Foro Sol. Una década esperó la ciudad para los tres conciertos de junio de 2009 en el también Autódromo de los Hermanos Rodríguez, compilados en un increíble DVD; un año después, habría también cariño para Guadalajara y Monterrey. En 2012, había que seguir recuperando el tiempo perdido con ocho fechas en el edificio de Félix Candela.

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Y pensar que hasta el pasado lunes a las cuatro de la tarde me enteré de que podría ir a ver a Metallica una vez más, momento en el que me llamó J.C. para decirme que le sobraba un boleto que le habían cancelado, una oferta que no pude rechazar. Traté de tomarlo con calma, pero era inevitable la expectativa que me provocaba volver a encontrarme con tremenda banda en vivo otra vez; sabía que esta vez no habría pista, pero eso era mejor que nada; no tenía la intención de salir con las piernas destruídas esta vez, había que salir al día siguiente y no quería hacerlo con dolor.

Llegó el miércoles, me levanté para ponerme a escribir mi novela, aunque básicamente me estaba haciendo tonto buscando algunos datos de contexto social del año en el que se desenvuelve mi historia; tuve el atino de poner los álbums clásico de la banda mientras redactaba, Master of Puppets (1986) y Ride the Lightning (1984), justo en ese orden. Así se me fue el tiempo volando, el teléfono celular me hizo saber que eran casi las 6 y que tenía que encontrarme con J.C. en el lugar pactado, al cual tuve que ir corriendo por el apuro del despiste.

En el radio del Fiat de J.C., estaba Reactor 105.7, nombrada para la ocasión Metallica 105.7; en los micrófonos estaba Julio Martínez recreando el setlist de la primera presentación de la banda en México, el 25 de febrero de 1993. Con el sonido de "The Unforgiven", "Blackened" y del infame remix que hizo DJ Spooky de "For Whom the Bell Tolls" para el soundtrack de la película Spawn (1997), recorrimos el camino hacia la arena. Eran las 7:30 cuando finalmente encontramos dónde estacionar el auto, una pensión a dos cuadras del Palacio después de una vuelta gigante por los alrededores; con nosotros estaba J., una compañera de oficina de J.C. En la entrada, nos encontramos a R. y a su pareja, M.; quienes han leído mis reseñas de conciertos, recordarán a R. de toquines anteriores.

Entrar al Palacio fue más fácil de lo que hubiera pensado, no había grandes colas para acceder a esa hora, por lo que nos dimos el tiempo de comprar cerveza y fumar unos cigarros; al subir al segundo anillo de gradas del lugar, me di cuenta de primera impresión que el escenario estaba hecho ex profeso para un escenario techado, y más tarde me daría cuenta de que las propiedades lumínicas, escenográficas y de proyección de contenido multimedia exigían un domo para ser efectivas. Aquella hora de espera fue demasiado larga, aunque hubo buenos distractores, como un chico rubio con una bandera mexicana que estaba causando la bulla de la pista, o la clásica ola de estadio que no lograba dar demasiadas vueltas.

A las ocho y media, se apagaron las luces para el aperitivo de la noche, una banda mexicana llamada Koltdown, originaria de La Paz, Baja California, la cual fue una de las dos bandas seleccionadas por los integrantes de Metallica para abrir sus conciertos. A diferencia de lo que pasara en 2009 con Resorte, esta banda no sirvió como mondadientes, sino que logró arrancar algunos gritos de emoción de una fanatica que guardaba sus energías para el plato fuerte; estos cinco chavos ya pueden presumir "Le abrí a Metallica" y de ahí construir hacia arriba. Los que me conocen saben que siento una fuerte debilidad hacia los buenos vocalistas, el caso de Atreyu Sánchez no fue excepción, ya que si algo tiene este hombre es presencia y una voz barítono poderosa. En poco más de treinta minutos, Koltdown puso a andar las calderas de una noche que sería mejor.

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Mi vista del escenario... (Foto del autor)

Koltdown terminó a las 9:10, lo que le dio paso a los técnicos para afinar los detalles finales para el paso de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis en la tercera de sus ocho intervenciones en la Ciudad; siempre me han llamado la atención aquellos que tienen que subir como acróbatas a arreglar las luces, su habilidad me cautiva y a la vez me pone tenso. En la pista, se veía una diferencia de ambiente muy clara, mientras los que estaban del lado en el que estaba habían comenzado ya con los empujones y el crowd surfing, los que esperaban del otro lado se notaban mucho más tranquilos; volvió a comenzar la ola con mayor fuerza y los silbidos de desesperación se dejaban venir al final de cada canción que sonaba en las bocinas del lugar.

Uno de los ingenieros de sonido checó cada instrumento; los bombos del equipo de Lars sonaban con todo, las guitarras estaban en su punto y las bocinas sonaban muy bien. Se acercaba el momento, antes de que dieran las 9:45 comenzó a sonar "It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll)" de AC/DC, lo cual había comenzado a prender a los presentes con la melodía de gaita de esta canción; no estoy seguro si esta canción fue elegida por la banda para advertir a sus fans que ya estaban presentes, y que habían pasado 30 años desde que su viaje comenzó, y que pese a muertes, alcohol, drogas, conflictos legales y demás parafernalia, la leyenda sigue viva y latiendo en los metaleros corazones de miles de personas en el mundo. Lo cierto fue que pasaron cinco minutos para que las luces del Domo de Cobre se apagaran para dar paso a las grandes eminencias del thrash metal.

Al compás de "The Ecstasy of Gold" de Ennio Morricone y de las escenas de El Bueno, el Malo y el Feo, la banda aparecía por un pasillo colocado en la parte sur del recinto.Con "Creeping Death", comenzó la batalla, el piso del escenario se había convertido en una pantalla donde se proyectaban rastros de sangre digitalizada mientras Kirk Hammett asesinaba su guitarra y James Hetfield comenzaba a tentar a la multitud enfurecida. Después vino "For Whom the Bell Tolls", donde Lars Ulrich y Robert Trujillo hicieron acto de presencia con estruendo. Ahí estaban los jinetes, desatando un manicomio que cantaba cada verso y levantaba su puño con fervor casi religioso.

No había lugar para formalidades, y mucho menos para descanso; cuando James comenzó a cantar "Fuel", el escenario comenzó a replegar sus secretos: ocho pantallas con forma de ataúd se encendieron con imágenes de pistones y del escenario salieron llamas; justo después, la banda saludó formalmente a los presentes, a lo que siguió "Ride the Lightning", momento en el cual apareció de lo alto del domo una silla eléctrica rodeada por cuatro bobinas de Tesla, las cuales se encendieron para "electrocutar" el asiento durante el éxtasis del solo de Kirk. Después sólo hubo oscuridad...

Con el ruido de explosivos, saetas de fuegos artificiales y su inconfundible sonido de helicóptero, se escucharon las primeras notas de "One"; varias pantallas de tela se desplegaron para dar paso a luces láser y a una proyección de soldados marchando parecida a un Mito de la Caverna o a un teatro de sombras. Lo interesante de la propuesta visual de esta serie de conciertos radica en la revisión exhaustiva de toda su iconografía como banda, la cual forma parte de una serie de pesadillas de las cuales nadie puede ni quiere salir. "Cyanide" iba más o menos por la misma línea, donde los ataúdes revelaban a sus enterrados vivos, los cuales hacen todo lo posible por escapar de su tortura de encierro. Con "The Memory Remains", se activó otro elemento del escenario, unos brazos mecánicos que parecían martillos o garrotes, pero que en verdad eran luces que se movían de manera amenazante.

El setlist dio lugar para una de las favoritas del disco Metallica "El Álbum Negro" (1991), "Of Wolf & Man", sin embargo, una de las quejas principales de los fanáticos más clavados de la banda ha sido la poca rotación de canciones, ya que esta fue la única variación en comparación al de la noche anterior (Julio 30); atribuyo esto a que la gira parece estar demasiado coordinada con los recursos visuales, por mi parte, no hay quejas, lo que vi lo disfruté. Siguieron con "Sad But True" y "Welcome Home (Sanitarium)", en donde regresaron los coros unánimes en el Palacio. Aparecieron unos hombres con overoles azules que comenzaron a construir la escultura de la alegoría de la justicia que decora la portada del álbum ... And Justice for All (1988), todo esto mientras la banda tocaba "... And Justice for All"; justo después de terminar la canción, ésta se desplomó, quedando los restos regados; lo que pensé fue "tanto tardaron en hacerla para que de un golpe la tiraran".

Y entonces vino "Fade to Black", la que para mí fue la gran ausente de 2009; no fue la canción más sólida del setlist, pero me aflojó algunas lágrimas, las cuales no tuve tiempo de secar ante el riff introductorio de "Master of Puppets". El resonar de ¡MASTER! hizo sublimes los rebotes en el edificio de Candela, no hubo momento más delicioso en la noche, y el escenario descubrió grandes cruces mortuorias de luz; tal fue la entrega que el respiro casi un minuto, pero había que seguir incendiando la casa con "Battery", con increíbles iluminaciones en las pantallas que simulaban haces de luz eléctrica. Entonces, con la Magdalena Mixhuca ardiendo y con los hoyos del slam en lo máximo, llegó la power ballad que calmó todo, "Nothing Else Matters", con lucecitas de celulares y encendedores incluidas, y de inmediato "Enter Sandman"; al terminar esta última, un fragmento del equipo de luces cayó y se hizo el silencio.

¿Hay alguien ahí?, ¿me escuchan?. Tuvimos unos problemas. ¿Sirve todo lo demás, sirven las luces? A ver, échenme las luces de la arena. James en su papel ante el (supuesto) colapso del escenario, el cual era un gran desastre con los restos de hule-espuma de la escultura, con unas bocinas quemadas y con el pedazo de estructura recién caído. De inmediato, los técnicos trajeron unas lámparas de apoyo alrededor de la batería de Lars para tocar un cover de los Misfits, "Less Caress". Ya nos vamos, pero tocaremos una canción más, quiero que la canten con energía y con orgullo, ¡¡¡SEEK AND DESTROY!!! Como todo bueno concierto de Metallica, "Seek and Destroy" fue la encargada de exprimir la última gota de sudor y lo último que queda de las gargantas de los presentes.

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Fieles a su costumbre, cada uno de los integrantes tomó el micrófono y agradeció personalmente a los presentes por cada grito y cada salto; después de recoger banderas, regalar baquetas y púas, se retiraron a la par de la gente hacia las salidas del Palacio. Ya van tres, gritaba Lars ante los gritos de una fanaticada que hizo sentir en casa a la banda en todo momento. Esa es la sensación de la noche, que por encima de todo lo que pasó en esa noche, ver a Metallica siempre siempre es estar en familia.

1 comentario:

  1. ¿En serio? Ahora entiendo por qué no encontraba la voz de Olallo. Corregido en un momento. Sí, seguro estaba Julio.

    Me había olvidado por completo del slam; había un lado que estaba más prendido que el otro antes del concierto. No entendí por qué tanto empujón si aún no empezaba.

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