octubre 20, 2011

Del Festival Corona Capital 2011, Octubre 15 de 2011 (Parte 2)


Continuación de la entrada anterior...

Lo mejor estaba por venir, faltaban 20 minutos para que dieran las 5 de la tarde, y mi cabeza comenzaba a sentir los efectos de tanta música tan diversa; las sensaciones estaban disparadas como en un viaje narcótico, quizás por el efecto directo de verme forzado a ser fumador pasivo de varios churros de marihuana que se habían consumido cerca de mí. Mis piernas me pedían un poco de pasto para que me sentara y pudiera estirarlas; la jornada aún no terminaba.

Mercedes Nasta, de Disco Ruido!
(Alberto Escoto "Kross Scott" / indie-kross.com)
Había que buscar un poco de cerveza, J. C. y yo pasamos al puesto que estaba junto a "la playa", una especie de alberca masiva, con arena y cascada, donde la gente se mojaba para lidiar con el calor. Había que moverse rápido, ya que en el Escenario Corona Light iba a tocar Disco Ruido!, otra de las bandas mexicanas de electrónica estelares en el cártel; sin duda, se trataba de un instante imperdible del festival. Se trata de un colectivo compuesto por dos DJ's, Peto y Nariño Tierno, junto con el guitarrista Julián Placencia, el baterista Víctor Piter y la cantante Mercedes Nasta; además de su trabajo original, han editado diversos mash ups y remixes de canciones de otras bandas.

Una vez más jugué rol de neófito, a tal grado que no creía lo que veía, una orgía musical llena de maromas, sonidos frescos, cambios impredecibles de ritmo y enorme capacidad de improvisación; la gente se conectó de principio a fin, baile, salto y demás teatro en todas partes. Mercedes, de voz pequeña y juguetona, apareció en escena con un casco negro que parecía, a lo lejos, de Darth Vader, mientras que los demás miembros de la banda conectaban circuitos y electrizaban a los presentes. Tocaron "Amorfos" como carta de presentación, a la que siguió "Go Twisters"; después, invitaron a la cantante de El Columpio Asesino, Cristina Martínez, para interpretar "Toro", original de esta banda española, cuyo remix fue realizado por ellos.

El momento épico de esta intervención, y el que más me cautivó, fue "Mrs. Love", tocado junto al regiomontano Milkman; este tema utiliza el coro de una canción de los Beatles, "You Know My Name (Look Up the Number)", lado B del sencillo "Let It Be". Es a partir de esta pista que se crea una improvisación alrededor, donde la voz de Mercedes se combina con la guitarra de Julián y sonidos desenfrenados de sintetizadores. Si alguna vez tienen la oportunidad de ver a esta banda en vivo, háganlo; esta canción les hará saber que vale la pena.

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John Cummings, de Mogwai (Daniel Patlán / lifeboxset.com)

J. C. insistió que teníamos que volver al escenario de enfrente para ver a Mogwai, veterana banda escocesa de rock instrumental, la cual se presentaría en el Escenario Corona en punto de las 17:20. Accedí pensando que si se me ocurría perderlo, no sabría cuál sería el plan para la salida. Mogwai era otra de las bandas esperadas, y nuevamente yo no estaba enterado de los pormenores musicales; si algo he rescatado para el resto del año de este concierto, es que he abierto en muchos sentidos mis horizontes melómanos. Compuesta por los guitarristas Stuart Braithwaite, Barry Burns y John Cummings, el bajista Dominic Aitchison y el baterista Martin Bulloch, la banda logró juntar la atención de muchos de los presentes en el escenario más grande del festival.

Debió ser el exceso de escepticismo o la inercia de los ritmos de Disco Ruido!, pero esta actuación no caló demasiado en mis sentidos. Comenzaron interesantes con "How to Be a Werewolf" y "Mexican Grand Prix", pero el exceso de guitarras atmosféricas, la ausencia de letras y los sintetizadores distorsionados terminaron causándome ansiedad; lo que escuché fue bueno, pero no tenía el mood para una música tan diferente a lo que estoy acostumbrado. Según las crónicas que he leído, sonaron "Rano Pano", "Hunted by a Freak", "Mogwai Fear Satan", "Like Herod" y "Glasgow Mega-Snake". Fanáticos de Mogwai, estoy dándole a la banda una nueva oportunidad, y he concluido que me gustan más en estudio que en vivo.

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Lovefoxxx, de CSS (Daniel Patlán / lifeboxset.com)

Volví, por última vez, al Escenario Corona Light, un poco antes de que dieran las 18:00; el cansancio de mis piernas me pedían un poco de descanso antes del siguiente acto en mi agenda. Habría diversión y saltos garantizados, y quería estar preparado para Cansei de Ser Sexy (CSS), la banda paulista que está moviendo al mundo con su sonido lleno de estridencia y provocación. Más divertido, imposible; estos brasileños son energéticos, chistosos y muy buenos músicos, mucho rock, mucho dance, mucha cadencia latina por aquí, un poco de punk por acá. Sus discos son muy buenos, pero en vivo son aún mejores. Era su segunda vez en México, en su primera visita, vistieron como personajes del Chavo del 8.

Mención aparte merece Lovefoxxx, la vocalista, quien apareció con peluca negra, pantalones negros y máscara de Batman con incrustaciones rosas, para después rebelar su cabellera color naranja, hot pants de mezclilla, medias de red y maquillaje colorido; llegué a pensar que Ziggy Stardust y Cyndi Lauper habían juntado sus genes en ella, una chica brasileña de ascendencia japonesa con mucha actitud y un manejo del español hilarante pero excusable. Junto a ese huracán de carisma y color, los demás miembros parecen gente demasiado normal: Luiza Sá en la guitarra, Ana Rezende en los sintetizadores y Carolina Parra en la batería. Hay un vacío mental: no estoy seguro de haber visto a Adriano Cintra, algo que me pregunté varios días más tarde.

No hubo nadie alrededor que pudiera resistir tanta provocación, tanta diversión, tanta sensualidad y tanta alegría: "Music is My Hot Hot Sex" es una declaración directa de sus intenciones, "Off the Hook" y "Let's Make Love and Listen to Death From Above" solamente confirman esta premisa, llevándola hasta sus mejores consecuencias. "Jager Yoda" y "La Liberación" bajaron un poco los ánimos, sólo un poco; el nuevo sencillo "Hits Me Like a Rock" antecedió a "Alala", la que debe ser la canción más conocida de la banda, y la que más  encendió los ánimos. En ese momento, Lovefoxxx bajó al escenario a surfear entre las manos del público; sencillamente, ardía París. Con "City Grrrl" y Lovefoxxx castigando su micrófono a la maniera de Roger Daltrey, CSS se despidió de su público, no sin antes prometer volver.

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Tom Smith, de Editors
(cucharasonica.com)

Era momento de moverse, lo más rápido que las adoloridas piernas permitieran, hacia el Escenario Capital; dos citas más me esperaban en ese escenario, el más aislado del festival. El sol había empezado a ocultarse, y comenzaban a soltarse los vientos, lo cual comenzó a refrescar el ambiente. Me di cuenta que mi cara estaba quemada por tantos rayos solares que le habían pegado durante esas horas, pero he tenido dolores peores.

A las 18:50, había comenzado la intervención de Editors, banda de Birmingham compuesta por Tom Smith en la voz y en la guitarra, Chris Urbanowicz en la guitarra líder, Russell Leetch en el bajo y Ed Lay en la batería. El escenario estaba a reventar, había una gran parte del público que estaba ahí para verlos; no sabía si impresionarme por tal masa de gente o por lo que estaba escuchando. J. C. fue a ver a The Rapture, dijo que iba a regresar en un rato, pero yo me moví hacia el centro, buscando un mejor lugar para ver el escenario.

Fue particulmente sublime ver a esta banda mientras que caía el atardecer, su sonido es consistente y su carisma es muy especial. Tom Smith es el típico frontman inglés, un hombre delgado de voz melodiosa y cierto aire de misterio. La Rickenbacker 620 de Chris tiene un sonido brillante, contrastado con la profundidad que sólo los bajos Rickenbacker 4003, como el de Russell, tienen. Cuando llegué, sonaba "Camera", a la cual siguió "Bones" y "An End Has a Start". La gente se encendió con "Bullets" y "Two Hearted Spider". Al ver tan buen ambiente causado por sus canciones clásicas, Tom pidió permiso para presentar una canción "nueva", pero "The Racing Rats" es otra vieja favorita. Sentí que el ambiente bajó un poco de intensidad hasta que tocaron "Munich", su canción insignia, la cual fue la más coreada por la gente. "Bricks and Mortar" y "Papillon" terminaron con la intervención. Buena manera de dar paso a lo que seguía, el momento importante de la noche, el cual era el más esperado...

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Beth Gibbons y Geoff Barrow, de Portishead
(Daniel Patlán / lifeboxset.com)


Cuarenta minutos de espera resumieron 18 años; mi impaciencia fue visible por primera vez en toda la jornada. La espectativa era altísima, la gente seguía llegando y un aire de espectación se sentía cada vez más presente. Una luz amarillenta iluminaba los rostros que esperaban, con cada vez más ansiedad, al paso de los minutos que parecían extenderse al infinito. Una chica platicaba, a mi izquierda, lo que vivió la vez que fue a Coachella en 2008; en ese cartel estuvo la razón de tanto suplicio: Portishead.

Poco después de las 20:30, las luces se apagaron y los gritos de la gente inundaron con su brillo todo a mi alrededor. Una pantalla se encendió: apareció la icónica "P" logotipo de la banda; poco después, se comenzó a escuchar el intro hablado del disco Third, había comenzado el viaje a otra dimensión espacio-tiempo:
Esteja alerta para as regras dos três
O que você da, retornará para você
Essa liçao, você tem que aprender
Você só ganha o que você merece
Ese bajo frenético, esas rudas percusiones, el sonido embriagante de la guitarra de Adrian Utley, la programación y los sintetizadores a cargo de Geoff Barrow, todo in crescendo al paso de minutos que se contraían y extendían caprichosamente. "Silence"... y la voz de Beth Gibbons desataba el pandemonium.

La voz de Beth eriza médulas óseas y exorcisa demonios propios y ajenos; su clásica pose, firme y con las dos manos en el micrófono, para que el poder de su voz no la levante del suelo, para dejar en claro su solidez. Su mirada reflejaba cierto tormento, pero al ver a la gente que estaba frente a ella, decidió tomar el camino y seguir. "Nylon Smile" dio la primera muestra de ese lado depresivo de la música de Portishead. En este momento, Beth saludó a la gente, la cual respondió con un enorme grito. "Mysterons", con sus pesada percusión y el insistente vibrar del theremin, fue un trance oscuro y sublime. "The Rip", acompañada por la fabulosa animación del video, mostró una vez más la profunda inseguridad de la poesía omnipresente en la música.

Cuando comenzaron a sonar los acordes de "Sour Times", la gente se entusiasmó y comenzó a cantar, lo cual arrancó ciertas sonrisas tímidas a Beth; estamos hablando de una mujer que aparenta timidez y fragilidad, pero cuando está en un escenario, cambia de forma radical. "Magic Doors" fue una ola de sonido en el cual la voz de Gibbons entraba y salía a placer, acompañada por la magia de la guitarra de Utley. "Wandering Star", por el contrario, apaciguó la distorsión, dejando a Beth a merced del bajo de Barrow y de muy pequeños roces de batería.

Con "Machine Gun", regresó esa genialidad sonora que caracteriza a los de Bristol; el insistente sonido de la batería y del sampleo de un parche de sonido, simulando una ametralladora, robó alientos y miradas sorprendidas, las cuales fueron perturbadas por el majestuoso pasaje de sintetizador de la parte final. "Over", con el riff insistente de la guitarra de Adrian y la voz cada vez más descarnada de Beth, regresó de nuevo la calma a un mar agitado, sólo para que el scratching de Geoff rompiera ese hechizo con su poder; uno de los momentos clave de la noche.

Portishead no dejó en ningún momento de jugar con los sentidos de los presentes, "Glory Box" fue el desate absoluto de la sensualidad de Beth y de la música de la banda, a la cual correspondieron las voces de la gente. "Chase the Tear", una canción lanzada con fines altruístas en 2009, fue la sorpresa de la noche; el ritmo acelerado del sintetizador dio un toque diferente al setlist. "Cowboys" nos volvió a mostrar la densidad del tornamesas de Barrow, junto con el insistente sonido de la programación y la voz de Beth en un nuevo trance melódico. Finalmente "Threads" volvió a abrir llagas de inseguridad y hastío. La banda se había despedido, pero áun habría un encore memorable tras cinco minutos de espera.

"Roads" fue, por mucho, la canción más coreada y emotiva de la noche; los presentes buscaron igualar la voz titánica de Beth sin demasiado éxito. Simplemente no hubo forma de que esa voz tan angelical se pudiera sesgar, Gibbons dio en el blanco en cada nota, grave y aguda, a lo largo de su trayecto por las almas de cada uno de los que estuvimos ahí. La última canción fue "We Carry On", una canción en donde Beth pudo por fin soltarse de la frivolidad, a tal extremo de que terminó por sorprendernos de una forma singular: pocos esperábamos que bajara del escenario para saludar y convivir con aquellos que la observaron por casi una hora y media. El frenesí que Beth experimentó fue tal que su palabras se cortaron de la emoción al despedirse.

Si Portishead llega a regresar a nuestro país, fue por esa noche... Es mi deseo que así sea, porque quiero vivirlo de nuevo, esta vez a lado de mi iniciadora en ellos, M. S. M., quien por alguna razón desconocida no estaba ahí.

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Mágico broche de oro para una jornada llena de emociones y buena música. Roto el encanto, terminado el viaje cósmico por la riqueza sonora y melódica de Portishead, sólo reinaba el silencio, como si hubiera reventado un trueno en cada uno de los corazones que latieron ahí por 90 minutos. Una larga procesión buscaba ya la salida, unos pocos más se fueron a ver la clausura del festival: a lado de lo vivido, me pareció que los Strokes sólo eran una insípida cereza en un pastel exquisito de variedad musical. J. C. estaba ahí, y tenía que esperarlo, por lo que busqué una forma de lidiar con el dolor de mis pies; de nuevo en los colchones de hace rato. En los altavoces, sonaban "Someday", "Reptilia", "Barely Legal", "Alone, Together", grandes canciones de una buena banda, pero mi energía ya se había terminado y mi cuerpo ya pedía esquina.

Era impresionante ver salir por donde entraron a tal cantidad de personas en un río de gentes que parecía infinito. Se dice que 85 000 almas estuvieron ahí, pero yo juraba que eran muchas más. Habían pasado ya diez minutos del domingo 16 cuando finalmente encontré a J. C., tardamos casi media hora en llegar hacia el coche, donde R. y sus primos nos esperaban; R. estuvo perdido todo el día, y no lo vi hasta en ese momento. Fue una fiesta salir del autódromo hacia los estacionamientos, y un caos para salir hacia el tráfico de la ciudad; la cantidad de personas era simplemente inhumana, la infraestructura de El De-Efe fue rebasada una vez más.

Después de tanto jaleo, llegué a la 1:30 a casa. Ya no tenía pies y seguía sin tener palabras para todo lo que vi. Sin duda, se me escaparon muchos detalles, pero los momentos, aunque borrosos, quedan en mi mente para siempre.

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