Ernst Ludwig Kirchner (1880 - 1938) "Escena de calle de Berlín" (1913) Óleo sobre tela, 121 x 95 cm Neue Galerie, Nueva York |
(...) that's what the hell will be like, small chat to the babbling of Lethe about the good old days when we wished we were death.
Samuel Beckett, "Embers" (1957)
Durante los primeros diez días del año sólo he tenido energía para indagar de dónde saca el hombre fuerzas de su flaqueza. ¿Cómo encontrar razones para soñar, los motivos para seguir adelante, cuando el mundo parece venirse abajo?; ¿de dónde sale la fuerza en las piernas para regresar a casa cuando acaba la larga jornada? Sé que no hay una sola respuesta, pero ojalá no tenga que hacerme la pregunta por mucho tiempo a partir de hoy.
Pensar lo que muchos toman de antemano en el mundo es uno de mis peores vicios; ni el tabaco, ni el alcohol ni la comida ni las gomitas de dulce me han causado tanto daño. Me cuestan trabajo convivir con los convencionalismos sociales, lo que rige el sentido común, lo que se toma de antemano; no entiendo cómo transitamos como sociedad entre conflictos existenciales, rencillas de toda clase, injusticias contrastadas sin punto de equilibrio ni concordia posible. Me he vuelto demasiado antisocial, ojalá fuera fácil revertirme.
Es imposible ser misántropo en un mundo de máscaras como en el que vivimos, lo que está de moda es la hipocresía; Sheldon Cooper, Gregory House y otros personajes de la televisión se han ganado el calificativo de antihéroes porque son demasiado descarados que resultan casi imposibles fuera de los platós. En algún universo paralelo se debería estar contemplando la idea de hacer terapias contra la falta de sinceridad; no lo tomen a mal, nadie está exento de esto, pero me molesta que sea una moneda demasiado corriente y quien lo niegue puede aventar la primera piedra.
Supongo que con demasiada sinceridad viviríamos en constante confrontación; lo comprendo, no estamos en el mundo para estar luchando constantemente con otra cosa que no sea nosotros mismos. La sociedad nos ha ayudado a no aniquilarnos, a tratar de perseguir bienes comunes que en total ascetismo serían imposibles de lograr; incluso el roce social del día a día nos permite crecer y darnos cuenta que nadie es perfecto ni lo será, todo queda en cuestiones de pura empatía.
Tal vez por eso puedo seguir caminando de regreso a casa consolado de que el tránsito del mundo tiene sentido y razón de ser; aún cuando me aburra de la gente que pasa, de los desafíos de la rutina y de la propaganda de Swarovski con el rostro de Miranda Kerr, aún cuando todo pareciera no tener solución y que el mañana no está seguro, puedo darme la sencilla satisfacción de que todo ocurre para bien.
Siempre hay una mano nueva y apasionante por estrechar al otro lado del viaje. Sólo es cuestión de mirar fijamente los nuevos ojos, la nueva sonrisa, escuchar la nueva voz, darse cuenta que hay gente en el pequeño universo de las vidas en colisión por la que vale la pena seguir adelante.
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