Mis pies tocaron estas aguas sagradas una vez más... (Sígueme en Instagram: @franzmovi) |
- Mi maleta fue la última en salir en la banda del aeropuerto de Huatulco; el karma jugaba con mis ansias, me pedía la poca paciencia que me quedaba de salir hacia las bahías que siempre he llamado hogar. Camino hacia el hotel con mi hermana y mi padre pasamos por un camino lleno de polvo; el chofer extendió su mano hacia el rosario que colgaba de su retrovisor y después de apretarlo con una devoción conmovedora, se persignó cerrando los ojos por un segundo. Se trataba de un trayecto peligroso entre el aeropuerto y el pueblo de Santa Cruz Huatulco, de camino hacia la zona turística, donde varios taxistas han perdido la vida trágicamente en búsqueda de su bienestar y el de sus familias en una población donde todos sus habitantes se conocen y que pese al turismo aún no termina por consolidar infraestructura.
- Los hoteles en temporada vacacional se convierten en coros de Babel donde diferentes realidades se conjuntan, donde cada huesped y cada familia tiene una agenda y un conjunto de prioridades distintos; ha sido difícil encontrar conversaciones que valgan la pena, como si toda la gente fuera demasiado tímida para siquiera mirarse a los ojos a la hora de la comida. Sólo los niños en sus juegos logran pasar aquellas barreras; a esa edad son muchos menos los prejuicios y mucha más la diversión. Demasiada música de banda, demasiados acentos eufóricos, muy poca sustancia más allá de la liturgia de la playa y el alcohol.
Bolaño, una alberca y un ruso blanco... (Instagram: @franzmovi) |
- Retomar "Los Detectives Salvajes" de Roberto Bolaño ha sido más difícil de lo que pensaba; además, la noticia de la muerte de Gabriel García Márquez me ha tomado después de una siesta bajo una palapa frente a la bahía de Tangolunda. Sin embargo, he logrado escribir algunos versos sueltos, lo cual es bastante reconfortante y preocupante a la vez; se volvieron a alinear mi soledad y mi melancolía al servicio de mi tristeza, contra las convicciones de mi corazón he vuelto a escribir.
- La primera noticia del Viernes Santo fue el temblor de 7.2 grados que azotó mi Ciudad de México; la preocupación por los seres queridos siempre existirá, aún pese a que 28 años de educación ante los movimientos telúricos nos han permitido sobrevivir estos eventos sin demasiado pánico. Vaya que fue un susto y que muchos se olvidaron de que en ese día se acostumbra rezar. Temblor en Viernes Santo: o nos quedamos fintados por la casualidad o el destino fue muy payaso.
- En Huatulco respiro de forma diferente, puedo sentir el pulso dentro de mí con claridad; mis ojos están más abiertos, los sonidos son más melodiosos y la brisa marina destapa los poros de mi piel. Si tuviera 24 horas para buscar mi lugar dentro del paraíso, no lo pensaría dos veces y me quedaría aquí. Estas bahías son recuerdos y promesas en constante choque.
Que tu mano derecha no sepa lo que garabatea la izquierda... (Instagram: @franzmovi) |
- Durante este viaje he decidido escribir exclusivamente con la mano izquierda; no tengo un motivo especial para hacerlo, sólo la necesidad de ejercitar mis manías mientras la otra mano se preocupa exclusivamente por mis vicios. Si por mí fuera, mi mano derecha no se enteraría de lo que hace la izquierda, no se volvería parte del juego siniestro de mis palabras desbordadas sin sentido ni control. Me preguntaban hace rato sobre cómo y por qué aprendí a escribir con la zurda; aprendí hace tanto tiempo que no recuerdo los detalles de la destreza que cada día es más importante en mi vida.
- Con este calor tropical se me antoja cantar boleros cubanos, melodías añejas gestadas en corazones cuyo sentir (feeling) ha sobrevivido la temporalidad de la música popular de nuestros días. Los sentimientos trascienden sin problemas la historia de la humanidad: el Cantar de los Cantares, el Canzoniere de Petrarca, la Divina Comedia, las rimas de Becquer y los XX poemas de Neruda, un largo etcétera; el arte nos humaniza en la historia, los lenguajes nos transportan en el tiempo, nuestra cultura aterriza nuestras emociones. Podemos trascender efemérides y calendarios; un tango de Gardel, la voz del viejo Ferrer o la canción de moda tienen capacidad de hacernos volver a lo que fuimos y a lo que seremos.
- Sé que ahora mismo estoy escribiendo muchas cursilerías y tonterías sin sentido; entonces me quito la ropa y me sumerjo en la piscina como cuando era un niño y la vida era un mundo mucho más pequeño, donde sólo existían mis padres, mi hermana, mis tíos, mis primos y mis abuelos. Al meter la cabeza sobre el agua dejo mi rostro mirando hacia el cielo; sólo veo el azul raso de un cielo sin nubes y la hueca atmósfera del agua tapando mis oídos. El cielo ha cambiado muy poco desde hace dos décadas al día de hoy, el que ha cambiado inexorablemente he sido yo, conmigo se han transformado mis esperanzas y mis sueños.
- Frente a las olas del mar me doy cuenta con cegadora claridad de las agustinianas proporciones de mi maldita soledad; soy como el niño que no puede retener la inmensidad de aquel concepto entre las paredes de un hoyo sobre la arena. Siento que las estrellas me miran impacientes y que me estoy perdiendo en la oscuridad; a mi alrededor muchas vidas parecen tener más sentido que la mía, con parejas e incluso con hijos, mientras yo me mantengo sin más compañías que las necesarias, deseando abarcar la inmensidad del mar con mis brazos y mi aliento. Concluyo que ser valiente no está sobrevalorado como siempre lo pensé.
- Tengo la sangre tan pesada que bebo sin gestos y sin chaser el Fernet y el Cinzano; también le he tomado el gusto a los Vodka Martinis y al Tom Collins. Sobre este último puedo decirles que he encontrado una verdadera limonada para hombres elegantes y sedientos; no empalaga y es gentil con la cabeza cuando se bebe con moderación. Poco a poco me voy reconciliando con el ginebra. Ahora que les hablo de bebida, cada vez que un colega parroquiano rompe un vaso, me viene la sensación de que recupero el control sobre el alcohol en mis venas; hablo en serio cuando digo que no rompo un plato.
Aún queda un paraíso por escribir en ese cuaderno... (Instagram: @franzmovi) |
- Frente a mí, un par de personas hablan airadamente en inglés; siento que me miran por el rabillo del ojo mientras escribo, con un Mojito en lugar de mi amado Jack and Coke. Estaría mucho menos tenso si mi mano no sudara tanto y si tuviera algo mejor sobre qué escribir; son un exhibicionista de lo peor, dejo que me vean escribir como buscando una reprimenda o una adulación. Más tarde me enteré que se trataba de una mujer de Chicago con muy baja autoestima y un hombre guatemalteco demasiado confiado en sí mismo.
- Alguien tuvo la amabilidad de dejar una caja de cerillos del hotel donde estoy. Por un momento pensé que esa linda costumbre ya se había perdido; curiosamente, la caja tiene un sitio web y teléfonos para Estados Unidos y Canadá. En un extremo del bar, una familia juega billar; ahora que lo pienso jamás he jugado sobre una mesa con un paño decente. Si alguien conoce un buen billar, hágamelo saber.
- A mi lado tengo una imagen poéticamente reveladora: una mujer de carnes generosas, piel marmórea y cabello recogido bebe margaritas con su pareja, viste un crop top blanco con falda roja y está sentada con la pierna derecha cruzada sobre la izquierda; sus pies están desnudos y gentilmente alzados sobre la moldura del asiento. El contorno de sus dedos era uniforme y apuntaba sutilmente hacia el suelo, donde se posaban un par de zapatillas floreadas. Tanta sobriedad era mágica, casi poética.
- El ritmo de la vida es cruel, las distancias nos asesinan; el viaje fue corto pero el mareo sigue en mi cabeza; para acabarla de regar, al rato hay que ir a trabajar y tengo un reflujo de los mil demonios. Hace rato iba en el taxi de vuelta a casa sobre el Viaducto; nunca ha dejado de impresionarme la "demasiada gente" de la que hablaba Monsiváis al referirse a mi De-Efe querido, sigo viendo la ciudad monstruosa y peligrosa como cuando llegué a vivir a ella, hace más de quince años. Siempre me preguntan cómo le hago para sobrevivir a la capital; siempre les respondo con una frase de Juan Gabriel: "la costumbre es más fuerte que el amor". Por quedármele viendo a las prostitutas que capoteaban el atardecer capitalino, me sorprendí cuando un pesero metía, con alevosía y de mi lado, la lámina al chofer, quien sólo murmuró una muy defeña refrescada de progenitora.
Mi sombrero de Compay es lo mejor del mundo. No así esta selfie... (Instagram: @franzmovi) |
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