septiembre 13, 2014

Yo Confieso #15: Sobre oportunidades perdidas y pastillas de ambición


Es de humanos lamentar las oportunidades que se fueron; sin embargo, para mí es una adicción, peor que el alcohol o que el cigarro. Tengo un serio problema de falta de proactividad con lo que es novedoso, con lo que llama al desafío, con las nuevas oportunidades que la vida me ofrece todos los días. No es difícil sacar conclusiones: Desde niño he sido un hombre tímido y con episodios constantes de egoísmo y soberbia; la pena y el orgullo no son buenas compañeras.


Pienso en la cantidad de chances que he perdido (y estoy perdiendo en este momento) de hacer cosas nuevas, de conocer nuevas personas, de ganar nuevas aficiones por consecuencia de estos malos hábitos. La gente me da repulsión, tiendo a pensar que la gente que está más allá del entorno conocido no vale la pena; además, cuando hay alguien interesante alrededor, el gato me mastica la lengua como un chicle bomba. Creo que fue exceso de sobreprotección; ahora mismo Freud se ríe de mí en la cara a carcajadas con habano en boca.

Por ejemplo, no recuerdo que en mi vida haya elegido a la gente con la que hago amistad; en la primaria jalaba con el grupito que pateaba las pelotas, para las cuales también era timorato. Justo cuando había logrado estabilidad, me mudé de Toluca hacia la Ciudad; el De-Efe me fue hostil en aquel primer año, cada sujeto sucio era un robachicos y los muchachos eran claramente más despiertos que los de mi "pueblo grande". Secundaria fue un pequeño infierno para cien, pero en la soledad nacieron mis primeros versos como estigmas y flores silvestres.

No pertenecí a alguien hasta la Preparatoria; nuevamente fui elegido como el azar de una ruleta por personas que necesitaba en ese preciso momento. Por aquellos tiempos conocí la nostalgia, el cariño con el que se añora a la gente que te dejó algo en el corazón; aprendí que deseaba proteger aunque lo demostrara con un romanticismo enfermo, incluso cometí el error de no distinguir el amor y la obsesión. Sobre ese último punto ya no hablo, pero puedo decir que con un buen golpe de cabeza eduqué mi ojo para distinguir entre una verdadera oportunidad y un salto al abismo.

Al día de hoy algunos de aquellos jóvenes de ayer (citando a Charly García) nos seguimos buscando, los otros nos vamos a encontrar muy pronto; muy contados personajes se han agregado aportándome la pátina de otras generaciones, las experiencias vividas y por vivir, amistades desmedidas como las que valen la pena. Miro demasiado hacia las estrellas, más de lo que mis pies pueden tolerar mientras caminan; me interesa mucha gente fuera de mi órbita, las razones de siempre me impiden explorar. A veces rehuso pensar que son sueños guajiros, pero sigo atorado en la cueva de Platón mirando sombritas pasar y deslumbrarme; es fácil decirlo, debo voltear aunque me ciegue.

Pero el destino es demasiado bondadoso, nunca deja de mostrar oportunidades de cualquier tipo; conmigo debería ser menos dadivoso, a ver si aprendo a no dejar pasar.


*****

Mi vida sería un poco menos neurótica si existieran las pastillas para la ambición. En tiempos donde tenemos pastillas para casi todo, nos hace falta a muchos una droga para agarrarse la entrepierna y lanzarse a matar en el juego desalmado de la existencia.

Como podrán notar, y pese a que me siento bien en lo general, sigo coqueteando con el psiquiátrico. Acabo de cumplir un año en mi trabajo, el mundo gira y cambia, la familia está bien, el cielo es azul cuando no llueve, estoy haciendo buenas lecturas y hay sonrisas entre la rutina, pero me sigue faltando algo.

Soy demasiado obvio, no tengo más qué agregar. Mejor les dejo otra canción...

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