Como dijo Barak Fever, #TodoEsGraciasALayún (y a Muñoz) (Mexsport) |
Esta edición de la gran final del Torneo Mexicano, la tan mentada LigaMX, fue un Clásico Joven, encuentro entre el América y el Cruz Azul; sin duda, estábamos ante el encontronazo que la prensa y la televisión pedía a gritos, un duelo que involucraría a dos de los tan llamados "grandes" de nuestro balompié. La urgencia y la expectativa que levantó esta serie se vio reflejada de forma excesivamente pasional en las calles de la Ciudad de México; no se hablaba de otra cosa en el trabajo y en los cafés, todos querían un boleto para estar ahí, ya fuera en el Estadio Azul para la ida o en la definición del Estadio Azteca.
Para bien y para mal, lo que más escándalo causó durante la semana no fueron las arrogantes declaraciones del entrenador azulcrema, Miguel Herrera, o la incógnita detrás de si Mariano Pavone alinearía de inicio para los celestes, sino el abuso desmedido de los revendedores al apropiarse de un porcentaje altísimo del boletaje en contubernio con la agencia expendedora de estos accesos; el combate contra esta poderosa mafia sigue y seguirá siendo una de las asignaturas pendientes en nuestro futbol. Los reportajes periodísticos sobre el modus operandi de estos personajes y sobre las trifulcas que se armaron para tratar de conseguir pases en las taquilla fueron la gran comidilla de una final que ya estaba demasiado ardiente.
Por tercera vez en la historia del futbol mexicano, se daría la final entre estos rivales; la primera fue la que comenzó la rivalidad en la temporada 71-72, la segunda fue el punto final a la dinastía americanista de una década en el torneo largo 88-89. Este año llegaba un equipo águila que se había quedado en la orilla en dos semifinales seguidas contra un Cruz Azul renacido desde su victoria en la CopaMX; ambos tuvieron caminos contrastantes hacia la final, los de Coapa sufrieron en cuartos contra Pumas y en semis ante el Monterrey mientras que los de La Noria se deshicieron con relativa facilidad de Monarcas Morelia y Santos Laguna.
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Con todo esto sobre la mesa, comenzó la llave en la Colonia Nochebuena; un gol tempranero de Christian "Chaco" Giménez puso el marcador final de 1-0 para Cruz Azul, el cual se mantuvo así gracias a tres intervenciones del portero José de Jesús Corona y a la falta de ataque por bandas de los emplumados. Más allá de las revolcadas de Corona y del ambiente de la tribuna, hubo poco qué reportar a casa; cuando Javier "Chuletita" Orozco tuvo la oportunidad de terminarlo todo, la mandó a un lado, falla que atormentó a todo la entidad cementera durante las siguientes 72 horas. El error de Cruz Azul fue conformarse con el golecito y no buscar aumentar su ventaja para la vuelta; hubo instantes de ese partido que me hicieron recordar al Cruz Azul grisáceo y timorato de antes de la victoria copera. De inmediato pensé en su técnico, Memo Vázquez, que como buen discípulo del "Tuca" Ferretti, gusta de echarse atrás en el peor momento.
Y entonces llegó la vuelta, el sur de la Ciudad detenido y expectante, las largas filas sobre los torniquetes del Azteca para entrar, la incertidumbre de saber quién ganaría; después del bocatto di cardinale sabatino de la final de Champions League entre Bayern Munich y Borussia Dortmund, se esperaba un buen postre en la liga local. Muy temprano en el partido, la expulsión del contención Jesús Molina, reclamada por muchos, abrió el terreno para los azules, quienes aprovecharon a base de contragolpes para encajar el 0-1 con un golazo de Teófilo Gutiérrez. El toma y daca se dio posterior a que la Máquina tomara la ventaja, con sendas aproximaciones de los amarillos que fueron bien atajadas por Corona, pero bajó su nivel de intensidad durante el segundo tercio del encuentro. En el segundo tiempo, Moisés Muñoz empezó a enfundarse las ropas de héroe al detener dos aproximaciones de Pablo Barrera; su suerte comenzó a jugarle bien cuando en otra descolgada soberbia, ocurrió un inexplicable doble poste derivado de un tiro del "Chaco" que Teófilo no logró empujar hacia las piolas.
Entonces comenzó el gran giro de una historia que pecaba de lineal pese a que el agotado Cruz Azul se había olvidado de su hombre demás; las llegadas americanistas no inquietaban demasiado hasta el minuto 88, cuando un cabezazo teledirigido de Arquivaldo Mosquera empató el juego y revivió al América. Cinco minutos después, en el último minuto, en la última jugada, ocurrió lo impensable; Muñoz subió a un último tiro de esquina, encontró el centro con su cabezazo, superó el desvío de Alejandro Castro y marcó el 2-1 que mandó la serie al alargue. Esta clase de suspiros son los que definen la historia de grandeza del América, ayer se escribió un capítulo más de una relación llena de dulzura con la fortuna y el destino; la mercadotecnia y la conspiración quedan enterradas ante este regreso de proporciones épicas que no se le hubiera ocurrido ni al más osado e ingenioso rapsoda del balón.
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El alargue fue una viñeta de cómo se fue agrandando el América y cómo se desdibujó Cruz Azul por el cansancio y el bajón motivacional; los cremas atacaban buscando definirlo durante su cenit personal mientras que la Máquina huía despavorida buscando la serie de penales. Esto último fue lo que terminó pasando, pero lo peor aún estaba por venir para los de La Noria; su fantasma subcampeonísimo no sólo había revivido de entre sus cenizas, también terminaría por jugarle la más amarga de sus bromas desde los once pasos. "Chuletita" fue frustrado por Muñoz, Castro resbaló y terminó volando su penal, los aciertos de Rogelio Chávez y Gerardo Flores sirvieron sólo para alargar la agonía; los americanistas se coronaron acertando sus cuatro penales: Raúl Alonso Jiménez, Christian "Chucho Benítez", Osvaldo Martínez y Miguel Layún, historias demás contrastantes dentro de un equipo rico en historias de revancha y confirmación.
Entre el bochornoso festejo, panza de ropa mojada incluída, de Emilio Azcárraga Jean, el Ángel de la Independencia tomado por la apoteosis del americanismo triunfante y la frialdad de los números de una de las tres mejores finales de la historia de los torneos cortos en México, podemos decir que la historia está agradecida con lo que atestiguó. Mientras tanto, sigo pensando que, muchos años después, la mala suerte del Cruz Azul le sigue dando razones a un tal Miguel Sabah.
El último dato: en los torneos cortos, cada que el América sale campeón, mi Deportivo Toluca gana la Liga al siguiente torneo; sólo es estadística, pero sin duda ya nos toca. Ojalá que el ídolo máximo, Pepe Cardozo, levante al equipo de sus cenizas como entrenador al igual que hace quince años como jugador, pero ése será tema para otra entrada.
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