enero 21, 2014

Berrinches de Novelista Novato #31: Acuarela del STC

No hay espacio para los fantasmas... (LadoB)

Saludos desde cualquier lugar del subsuelo defeño donde yo, como millones de personas cada día, lucho por llegar a cualquier lugar lejano dentro de las calles y colinas del Distrito Federal. Los andenes están atiborrados, el calor aumenta con el paso de los minutos, la espera se vuelve cada minuto más ardiente. Miro hacia el túnel, entre la masa negra aparece una saeta naranja, en su interior miles de gentes se mueven como entre arenas movedizas tratando de escapar. Con un sonido impetuoso, los vagones frenan desatando las inercias de su interior.

Se abre la puerta, se arma una lucha por entrar y salir; las leyes de la materia se retan hasta sus últimas consecuencias, de donde salieron dos personas delgadas se hace espacio para cuatro robustos. Las cortesías sociales se vuelven desiguales: mientras una viejita lucha para mantenerse en pie, dos jóvenes de secundaria fingen dormir sobre sus mochilas sucias. El vagón huele a rápida asepsia, mugre húmeda, café de máquina, hule quirúrgico, sudores varios; se respira lo mínimo, se viaja a máxima capacidad, desde la oscuridad de los túneles se asoman luces de coladera que parecen observarnos con su fetichismo inexorable.

Acabo de llegar a mi primer transborde, una estación terminal repleta de puestos de comida y entradas atiborradas. Suenan cumbias y boleros de los parlantes de las mochilas de los vagoneros; se supone que por dos pesos más al precio del pasaje desaparecerían, pero la ingenuidad del mexicano no conoce límites. Los túneles de tránsito huelen a orines viejos y a humedad; nadie hace caso a las personas que piden limosna: viejitas sentadas sobre el piso con sus rebozos, personas jóvenes lisiadas o con problemas crónicos de salud, niños que tocan la guitarra, la armónica o el acordeón. Los pasos continúan simulando indiferencia, las miradas tratan de apuntar hacia el frente, nada cambia de inmediato en la gran ciudad.

Llevo tres estaciones recorridas, hay un asiento libre y lo tomo sin reparo; a mi alrededor sólo hay hombres, es menester comportarse como troglodita erudito y sacar el libro que estoy leyendo de mi morral. Me senté justo a tiempo, dos estaciones después el vagón estaba atascado y las gentes peleaban para mover sus brazos y abrirse paso hacia las puertas. Frente a mí se sentó una chica de ojos negrísimos, cejas pobladas, cabello en coleta y labios pintados en magenta; vestía una sudadera azul deslavada, pantalones de mezclilla rotos y zapatos de casquillo. Su mirada me hizo perder la línea que estaba leyendo, me veía y a la vez veía todo a su alrededor, casi sin parpadear; sólo pude romper el contacto cuando me di cuenta que bajo los pantalones se asomaban unas mallas de red.

Pestañeo, pasaron varios minutos con ojos cerrados, estoy a una estación de mi destino. Un sujeto canta algo inteligible que suena en sus oídos justo frente a mí, un niño le cuenta cualquier cosa a su abuela mientras una oficinista se resigna a no dormir. Había poca gente en el vagón, podría ponerme de pie para salir hasta que frenara el tren; el último trecho suele ser el más largo, pero no esta vez. Las nubes abrigan a la luna enmarcada en la puerta de mi salida. Mañana será otra historia, la ruta permanece a pesar del azar.

2 comentarios:

  1. Terminé de leerte y lo primero que pensé fue : crónica del hastío.
    Me gusta lo que retratas, casi puedo distinguirte entre la multitud con tu suéter rojo (el que llevabas puesto cuando te conocí) y tu morral. El viaje parece un pretexto para estar cerca de tantos humanos, para sentirte parte de una masa que quizá te reconozca extraño, culpa del discreto encanto burgués que posees.

    Saludos!!

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    1. Uff... No sé si sea hastío, bloqueo mental o inseguridad de estilo, pero tenía que escribir esto. Muchas de las imágenes las vengo maquinando desde hace meses.

      En mi defensa debo decir que es una crónica de mi día a día. Lo que menos disfruto de mi trabajo es el viaje, pero no por eso debe dejar de interesarme. Ahora que he escrito poco, tuve necesidad de trabajar esto y dejarlo crudo, no arreglarlo demasiado.

      ¿Cuándo vienes? Hay que vernos...

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