marzo 11, 2018

Recuerdo Borroso #12: Sobre crochet y sanación familiar

Mary Cassatt (1844 - 1926)
Lydia sentada en banca, tejiendo (1881-2)
Óleo sobre tela. 38 x 61 cm.
Colección Privada

Hace poco me pregunté si un hombre como yo, sin demasiada habilidad para los trabajos manuales y con un historial extenso de deserciones indecorosas en el tema, podría aprender una habilidad de do-it-yourself para pasar el rato. Por cercanía familiar, me he fijado en el tejido de estambre, o como lo llaman ahora los francófilos involuntarios, el crochet. Mi única experiencia con gancho e hilo fue cuando hice un tapete de fibra en quinto de primaria para la clase de manualidades, pero aquella es una historia bastante borrosa en mi memoria. Hay que decirlo, me duró un buen tiempo.

Desde que tengo uso de razón, en casa de mi abuela materna siempre hubo ganchos y una madeja de estambre o hilo sobre los muebles de la sala, siempre guardados y transportados en bolsas de plástico expedidas por alguna mercería conocida de la ciudad de Toluca. Cuando era muy niño, mi mamá, mi madrina y mi abuela pasaban el rato tejiendo suéteres para los niños de la casa, mis primos y yo. Era tal la destreza que incluso cada uno podía presumir diversos modelos, personalizados a los gustos de cada quien y con etiquetas que no hacían más que reforzar el amor con el cual eran fabricados.