febrero 07, 2018

Notas sobre box y ejercicio físico

Arturo Gatti VS Micky Ward III
(Al Bello / Getty Images).

Año nuevo, vida nueva, trabajo nuevo, hábitos nuevos. Como ya he mencionado, he comenzado 2018 con un mundo de cambios, con nuevos potenciales por desarrollar, con nuevas habilidades por aprender. Dejé de trabajar en Morton Subastas y me pasé a una galería de arte naciente en la colonia Santa María la Ribera. Fue una decisión muy difícil pero que tomé con la convicción de que siempre es necesario darse un empujón para encontrarse con nuevos paradigmas de vida, con emociones y situaciones nuevas con las cuales ganarse la vida e insuflarse de ánimos y emoción.

Una de las primeras cosas que mi jefe me dijo es que el hombre, como el marinero de Kipling, debe poseer infinitos recursos y sagacidad. Entre las cambios que esta visión ha catalizado en mi vida ha sido la de reencontrarme con algo con lo que siempre he vivido en conflicto: el ejercicio. La idea era tomar clases de box muy cerca de la oficina para comenzar a hacerse de un talento que nunca pensé tener, el de saber meter las manos en una pelea y en el camino hacerme de una mejor condición física. Mi madre fue la primera en sorprenderse cuando le dije que hasta el día de hoy he bajado 4 kilos.

Sin embargo, no estoy haciendo box para bajar de peso; si así fuera, me hubiera puesto a dieta y estaría comiendo alimento para conejos durante todo el día. Si así fuera, es muy probable que estuviera rondando los 88 kilogramos. Ya no como tanto sushi y garnacha como antes, de hecho me he adecuado al hábito godín de comer con sopa y guisado. Desde mi último cambio de puesto en Morton había dejado de fumar la cantidad de cigarros que solía consumir; a lo mucho me fumo dos o tres al día.

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Lo cierto es que estoy disfrutando mucho salir de trabajar para dirigirme a tirar golpes, hacer defensa y mejorar mi coordinación motriz. El primera gran reto que tuve fue aprender a saltar la cuerda, actividad que me llevaba hacia malos recuerdos del quinto año de primaria. En aquellos días era el niño aplicado de la clase y no coincidía con el ideal de ser el deportista bobo del estereotipo; cuando el profesor nos puso a saltar la cuerda, yo no pude hacerlo, lo que derivó en burlas de parte de mis compañeros. Fue la primera derrota estrepitosa de mi carácter pedante.

Poco a poco voy conciliando mi relación con otros ejercicios que nunca he disfrutado pero que son muy necesarios: hacer lagartijas, abdominales, saltos en escuadra y demás flexiones. Lo que más me frustra del ejercicio es el hecho de que me canso muy rápido y el dolor de los primeros días; mi templanza es tan poca que no soporto esos primeros días y siempre termino abortando esas misiones cuando apenas dejé atrás la salida. Además, desde siempre he sido un chico que se aburre fácilmente con las cosas y que a cada rato anda cambiando de ocios, vicios y pasatiempos.

El instante de inflexión para mí será el contacto total, cuando esté listo para golpear y ser golpeado de lleno en el entrenamiento. Estoy consciente de que este nuevo hábito debe ser un reencuentro con mi lado violento, con una agresividad que me permita afrontar una nueva adversidad cada día. La vida es la mejor libra por libra que cualquier persona va a enfrentar; su pegada es infalible y opone buena resistencia en todo momento. A todos deberían rompernos la nariz y partirnos el párpado una vez en la vida. La única manera de vencer es levantarse y eso es lo más difícil siempre.

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El boxeo posee una épica inigualable, es el enfrentamiento más puro de voluntades que se puede concebir en cualquier deporte. Es el mano a mano más emblemático posible, una danza de huesos y tendones en constante choque. Pese a los intereses que la industria formada a su alrededor genera y mueve, no es posible olvidar la belleza de las historias que se generan en los cuadriláteros. Como aficionado, guardo un respeto inigualable a los colosos que se ganan la vida luchando; ahora que practico este deporte, puedo decir que porto una parte minúscula de esa actitud.

Si hay una historia que recuerdo siempre que pienso en lo sublime del boxeo, es la de Arturo Gatti, ex-campeón súper pluma y súper ligero que siempre terminaba con el rostro deshecho en cada pelea que enfrentaba. Sus tres enfrentamientos con Micky Ward son sublimes capítulos de boxeo en su estado más salvaje y sublime. Para muestra, el noveno asalto de la primera pelea; pocas cosas me conmueven más que ver a Gatti sobrevivir en aquel round pese al gancho de izquierda que lo fulminó. Levantarse es lo más difícil, pero hacerlo para seguir luchando es el verdadero triunfo.

El verdadero Hijo del Trueno
#micumpleañosesenagosto

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