El Gran Capitán Sauk, Jonathan Toews. (Charles Krupa / AP Photo) |
El lunes por la noche terminó la peculiar y accidentada temporada 2012-13 de la NHL, y pese a la mancha indeleble del cierre patronal de los primeros meses, hay mucho de positivo que reportar hacia el futuro; después de treinta campañas de cuarenta y ocho juegos por franquicia, dieciséis aspirantes y ochenta y seis partidos de postemporada, tenemos nuevo ganador de la Stanley Cup. La serie final entre los Boston Bruins y los Chicago Blackhawks se resolvió en seis encuentros, los cuales duraron el equivalente a siete gracias a los tiempos extra; el triple tiempo extra del Juego 1 y los alargues sencillos del 2 y el 4; bien lo dijo el legendario narrador Mike "Doc" Emrick para la NBC, se requirieron más de siete juegos para conocer al campeón.
Fue una serie memorable y muy pareja en todo sentido; cada portero tuvo sus altas y bajas, cada grupo encontró momentos de esplendor y trepidantes caídas; parecía que el estilo de dientes apretados de los de Beantown podría imponerse al talento de los de la Ciudad de los Vientos, pero a final de cuentas terminó por ocurrir lo contrario. Después de ganar un memorable, indescriptible y dramático Juego 1 en el United Center con un tremendo doble desvío que coronó Andrew Shaw sobre la red de Tuukka Rask en un 3er. Tiempo Extra, los Blackhawks se dejaron absorber por el estilo poderoso y desgastante de los Bruins; en un Juego 2 donde Corey Crawford salvó a los suyos de un colapso monumental, un tiro de Daniel Paille emparejó la serie y aseguró que se jugaría un juego más en Illinois.
Con el estilo en perfecto control y Rask encendido, los Bruins regresaron a su feudo, el TD Garden, para tratar de imponer una loza pesada a los Hawks para su vuelta a Chicago; parecía que se saldrían con la suya en el Juego 3, donde el cancerbero finés no permitió gol ante un ataque desmembrado por el oficio defensivo de los de amarillo y negro. Sin embargo, la experiencia del entrenador rojo, Joel Quenneville, terminó por imponerse a la probada capacidad de Claude Julien; las variantes y los golpes de suerte terminaron por favorecer al equipo marcado por encima de la Cenicienta de esta historia. Después de quedar invictos en sus primeros veinticuatro partidos de la temporada regular, era de esperarse que fueran los Blackhawks los que terminaran por dar el estirón.
El Juego 4, el más sui generis de la ronda, lleno de errores defensivos por ambos lados, terminó por inclinarse hacia los de Chicago; pese a que Crawford no estuvo nada fino, tuvo el apoyo de un arsenal que por fin se había encontrado a sí mismo en su mejor forma; Jonathan Toews y Patrick Kane se volvieron a juntar, el equipo de power play volvió a carburar con Patrick Sharp, Bryan Bickell junto a los demás coestelares tomaron nuevamente la escena y Brent Seabrook tomó el tiro ganador en el instante preciso. Boston no lució mal en aquel encuentro, sólo que se mantuvo demasiado fiel al estilo que habían estado manejando a lo largo de la postemporada; varios jugadores claves se le apagaron antes de tiempo, muchas lesiones los mermaron; Rask no iba a ganar la Copa solo, la deficiencia de ataque que tanto los preocupó a mitad de la temporada regular se volvió a manifestar cuando luchaban por el premio mayor.
El regreso al UC para el Juego 5 fue dulce para el dueño de casa. El famoso "Manicomio de Madison Avenue", que tantas veces perdiera la razón con los buzzer beaters de la segunda venida de Michael Jordan, la entrega del eterno Scottie Pippen y las entrañables excentricidades de Dennis Rodman, se rindió ante la última deidad de su panteón: Patrick Kane, el mismo chico que hace tres años batiera a Michael Leighton y a los Philadelphia Flyers a domicilio para romper la sequía de 49 años sin estadía de Lord Stanley en Chicago, tomó la batuta de aquel sanatorio con un par de goles que terminaron por ser suficientes para llevar la presión de vuelta a TD Garden para el Juego 6.
De vuelta en Boston, ocurrieron cosas inexplicables; específicamente ocurrieron dieciocho segundos que dictaron sentencia final; con la presión a cuestas de emparejar la serie y con Lord Stanley tras bambalinas esperando su eliminación, los Bruins se lanzaron al ataque, se fueron arriba 1-0 con gol del obrero Chris Kelly y fallaron dos opciones cantadas en la navaja de David Krejci. El capitán Toews hizo pagar sus yerros a los Bruins cuando coló el puck entre las piernas de Rask al inicio del segundo tercio; después del empate a uno dominaron las defensas, los desvíos oportunos, los tiros bloqueados, la fortaleza física en su estado más ríspido. En el tercer periodo, nuevamente los Bruins se lanzaron con toda la artillería; en un forecheck agresivísimo, Milan Lucic tomó la ventaja para el local con ocho minutos en el reloj. Parecía que habría séptimo definitivo, que en el UC se resolvería todo, pero nadie esperaba lo que pasó en dieciocho de los últimos noventa segundos.
Parecía un acercamiento de rutina para Dennis Seidenberg y Zdeno Chara en la línea defensiva cuando vino un tiro débil desviado por Rask a la barrera izquierda. Después de raspar el puck contra la barrera, Duncan Keith encontró a Toews, quien entró por la línea y sirvió a Bickell para el empate a dos goles. Pasaron dieciocho suspiros entre las dieciocho mil almas que esperaban un nuevo Tiempo Extra; un disparo violento de Johnny Oduya, desvío de Michael Frolik al poste, Rask batido, Chara inmóvil, David Bolland no falló y sin demasiadas cortesías encendió la luz al final del túnel. El 3-2 en el marcador llegó con menos de un minuto por jugarse; terminó por ser punto para partido.
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Kane, el MVP. (Elise Amendola / AP Photo) |
Después de la celebración inicial y de la caballerosidad de la línea de apretones de manos, reconocimiento al esfuerzo mutuo de dos rivales que entregaron todo, llegó el premio ansiado a la pista de TD Garden, y con él, la cada vez más tradicional música de viento para el comisionado Gary Bettman; el Jugador Más Valioso de la serie fue Patrick Kane, el corazón de una franquicia que aspira a ser la nueva dinastía de la NHL. Justo después, Jonathan Toews levantó por segunda vez en su vida el trofeo más difícil de ganar del deporte norteamericano, la ponchera más valiosa de todas, la Stanley Cup.
Fue la primera vez de muchos veteranos, como el guerrero Michal Handzus, quien lleva jugando en la liga desde 1995, y Michal Rozsival, cuyo aporte defensivo fue vital para una defensa mayoritariamente joven; el trotamundos golpeador Jamal Mayers, pese a no jugar en la postemporada, estuvo en todos los calentamientos con su particular liderazgo. La victoria tuvo un sabor más que especial para el portero suplente Ray Emery, quien superó un diagnóstico de osteonecrosis, conocida como la enfermedad de Bo Jackson, y una cirugía de injertos óseos para vencer los pronósticos y reiniciar su carrera; Crawford y Bickell tendrán su nombre grabado por primera vez en su base, privilegio que se les negó en 2010 por no cumplir el reglamento de calificación para el grabado de la Copa, una especie de justicia tardía.
Mientras se prepara la celebración, programada para el próximo viernes en las principales calles de Chicago, debemos esperar los cambios que se vienen en el formato de la NHL; en vez de seis divisiones habrá cuatro, aún sin nombre, dos por conferencia. El Oeste tendrán catorce equipos, el Este dieciséis; las franquicias "mudadas" serán los Detroit Red Wings y los Columbus Blue Jackets, las cuales irán al Este a cambio de los Winnipeg Jets, antes Atlanta Thrashers, quienes serán parte del Oeste. La principal razón de estos movimientos es la diferencia de zonas horarias entre los diferentes mercados, los cuales deberán garantizar mejores índices televisivos y horarios de juego más acordes con la población y con los ritmos de los jugadores.
El próximo año, como cada cuatro años, no habrá Juego de Estrellas, ya que se celebrarán los Juegos Olímpicos de Sochi, donde el hockey sobre hielo es uno de los eventos más esperados. Gracias al nuevo Contrato Colectivo de Trabajo, negociado durante el Cierre Patronal de esta temporada, podremos ver a las estrellas de esta liga con sus equipos nacionales y con los mejores jugadores de los torneos europeos. También habrá seis juegos al aire libre, el Winter Classic en Año Nuevo entre Red Wings y Maple Leafs, el Heritage Classic canadiense entre Canucks y Senators, dos juegos en Yankee Stadium donde los Rangers recibirán a los Islanders y a los Devils, un insólito enfrentamiento en Dodger Stadium entre Ducks y Kings y el encuentro entre Blackhawks y Penguins en Soldier Field.
Hasta aquí, por el momento, la NHL. ¡Nos vemos en Octubre! Les dejo el tributo de CBC, con "Gimme Shelter" de los Rolling Stones; no se puede pedir nada más.
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