Se veía venir, aunque se
tardaron un poco. Hoy se anunció que los restaurantes, bares, antros, cines y
demás lugares de esparcimiento serán cerrados como medida contra la influenza
de azota a México y a otros países en el mundo. Por ahora, sólo los restaurantes
que tengan servicio a domicilio y abastecimiento a automovilistas podrán
laborar proporcionando alimentos preparados a los ya muy limitados en opciones
habitantes de la Ciudad de México. (Léase las hamburguesas de los arcos
dorados, los autoproclamados reyes de la hamburguesa, los del coronel del pollo
y giros de ese tipo... A comer en casita entonces...).
Esto último me hace pensar
en muchas cosas como lo de la violación a la libertad de tránsito a favor del
derecho a la salud que todos los humanos tenemos. No concibo que la gente pueda
vivir estos días de emergencia sin poder ver a sus seres queridos cara a cara
(por eso del cubrebocas), sin ir al colegio - caso de los que estudiamos - y
ver todos los rostros que pasan frente a ti, sin poder tomar un café o ir a
comer con alguien, sin poder ir al cine o sin poder ir al antro a reventarse
hasta desfallecer. El domingo pasado cerraron las puertas de la Catedral
Metropolitana al culto público, por lo que se transmitió el culto por radio...
¿O el cardenal Rivera ha sido demasiado precavido, o de plano los creyentes en
un ser supremo no podremos entrar mañana a un templo a rezar y pedir por
nuestras almas?
Supongo que las redes
sociales y los blogs estarán cobrando fuerza en caso de los amigos y compañeros
de colegio (por algo he retomado este blog, el cual he convertido casi en una
bitácora de cuarentena, pese a que su intención no era ésta). Sin embargo,
siempre nos preguntamos, debido a la distancia, qué será de fulano, de sutana,
o de mengano... Quisiera verla, escuchar su voz, saber de sus padres, de sus
hermanos, de su novio o novia, verle sonreir... porque por Facebook o por
Messenger no es lo mismo.
Sobre lo de que no haya
lugares para olvidarnos de esta enfermedad... ¿Qué puedo decir?, he optado por
la clausura en mi casa, junto a mi hermana, en donde sólo platicamos de sus
prospectos de novio y de lavarnos las manos. Hoy tuve clase de dibujo, y mi
profesor, adulto en plenitud, me comentó que estaban vendiendo cubrebocas a 50
pesos (espero que sean de concha, y no de gasa azul al menos) en el Centro
Histórico (Creo que he decir mejor Histérico, citando a una querida compañera
de la Universidad). Si quiero salir, ya no tendré muchas opciones más que el
Oxxo de la esquina, porque ni las cocinas económicas van a abrir. Mi mejor
amiga, que vive en Toluca, al oeste del De-Efe, se queja de que se aburre
porque no hay nada abierto, y habla con su novio por el teléfono. Me gustaría
hablarle a alguien a quien tiene años que no veo, o de plano, chatear con quien
sea en Messenger. Muchos dirán que mi vida es de hecho muy monótona y poco
interesante, pero con la situación, ¿Qué hago pues?
¿Qué hago? ¿Picarme los
ojos o esperar a que lleguen las langostas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son muy importantes. Recuerda que los arcángeles siempre te escucharán. Déjame tus comentarios. Yo siempre contesto...