julio 05, 2014

Berrinches de Novelista Novato #37: ¿Por qué marchamos?

Una buena marcha: la Anti-EPN de 2012 (Cuartoscuro)

Para CMA y FBA

Hoy desperté más temprano de lo normal; el De-Efe estaba amenazado por un bloqueo masivo de carreteras y avenidas que paralizaría la ciudad en protesta por las modificaciones del Hoy No Circula que implantaría el gobierno de Miguel Ángel Mancera. Llegué temprano a casa y me dormí a buena hora; desperté a las 6:30 y me moví hacia el trabajo esperando llegar a tiempo con esfuerzos; tremenda decepción, una llamarada de petate, todo era normal.

Llegué una hora antes a la oficina y traté de dormir la hora sacrificada sobre el escritorio; nadie llegó tarde, aquel caos no fue ni la sombra de lo prometido. Viendo a mis compañeros conversar sobre el tema, me puse a escribir; la gran mayoría de estas ideas se las debo a ellos.

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¿Por qué marchamos? Marchamos buscando avanzar, marchamos buscando que nuestras causas y deseos caminen. En el trayecto, somos capaces de detenerlo todo: el tránsito de gentes que buscan llegar hacia algún lugar, las llamas de los motores, el poder de los mares. Al final del día, nadie avanza, llegamos tarde al destino, enfurecemos por un descontrol que no está en nuestras manos. Nada pasa, sólo el día perdido consecuencia del demasiado movimiento.

Marchamos porque en esta ciudad la gente se siente, y en cierta manera se sabe, esclava del automóvil; es necesario tapar una arteria de concreto para infartar el pulso urbano; el hombre rico tiene más de dos autos y los maneja para sí sólo como si de una autocomplacencia se tratara mientras que el pobre envidia esos vehículos y desea poseerlos para salir de las peripecias del transporte público, símbolo aparente de su pobreza de cultura y dinero. El Metro y los autobuses son insuficientes, sus imágenes diarias son dantescas y son manejados por sujetos inconscientes. Las motos y las bicicletas no son aptas para todos, caminar nunca nos llevará rápidamente a ningún lado.

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Nuestra cultura es presa de las división entre clases sociales, nuestra ciudad es tendenciosa hacia la existencia masiva del automóvil; hay quien defiende a capa y espada que en esta ciudad sólo puedes llegar a donde sea manejando. No estamos acostumbrados a recorrer la ciudad por el azar y la curiosidad de conocerla mejor, todo es rutas establecidas y zonas de confort; aparentemente es el caso de la mayoría, no es el mío.

Dirán que estoy loco, pero puedo admitir que he llegado a lugares desde Satélite hasta Tlalpan sin tener que agarrar un auto; recurro al taxi cuando ya es de madrugada o cuando el tiempo no cunde. A veces me enoja saber que el auto es un mal necesario y que la gente se queje de tanta marcha, obra vial y bache; si pudiéramos recorrer el camino hacia la escuela o al trabajo sin coche particular una vez a la semana, deberíamos poder dejar respirar a la urbe.

No necesitan decirlo, es una boba utopía, una más para la lista.

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Volviendo a las marchas, en México tenemos la costumbre de marchar por cosas sin importancia o reclamando problemas milenarios arraigados en las raíces de nuestro ethos, en nuestra mera identidad; por si esto fuera poco, estamos peleados con la prevención, preferimos atacar sin avisar para crear más desmadre. Ante todo hacemos las cosas a la mexicana, nos retamos constantemente para rebuscarnos mejor: somos esclavos de los reportes viales, de los atajos, las mentadas y el claxon.

Hoy convocaron una marcha por un reglamento que involucra a los automóviles, pero nunca he visto una marcha donde se reclame el derecho a caminar más y mejor. Hay marchas y plantones para reclamar derechos animales, pero muy pocos moverían un pie por los derechos de los indigentes. Llaman mucho la atención las marchas para reclamarle a los políticos, pero nadie asistiría a una donde nos reclamáramos a nosotros mismos para ser mejores.

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Si bien hay marchas que se salvan de este cuestionamiento moral, no podemos dejar de decir que es incorrecto pisotear la libertad de tránsito de los demás. Las marchas nos condenan a mordernos la cola constantemente, caminamos un paso para adelante pero dos hacia atrás.

Pero no queda más que seguir marchando, porque las marchas son como la vida; esta semana aprendí que hay que esperar lo inesperado y tener confianza en nosotros mismos si queremos seguir avanzando. Al fin y a cabo, hacia algún destino hay que llegar.

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