diciembre 25, 2015

LOVEDe-Efe #3: Radiotaxis, ruleteros y conexos


Hablemos de los radiotaxis, esa raza de chafiretes en condena inevitable de extinción que sobreviven entre las funciones análogas de su vieja escuela y el nuevo mundo digital. Aún cuando muchos de estos taxis han entrado de a poco en los mundos del Wi-Fi, el Waze y las aplicaciones de taxis, muchos aún utilizan sus radios de onda corta para apropiarse de las calles de la ciudad a punta de calós atravesados y mensajes cifrados.


El miércoles de hace dos semanas, mi madre me pidió que le diera el teléfono de algún radiotaxi que estuviera cercano a casa. Le dije que no conocía ninguno, una verdad a medias ya que no confío en los servicios a los que había llamado alguna vez. Pensé que mi mamá estaba un paso atrás en el tema de los taxis y no tuve ganas de explicarle sobre cualquiera de las aplicaciones que podía descargar a su teléfono, ya fuese Uber, Cabify o EasyTaxi. Mejor que lo haga mi hermana. 

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Justamente durante la noche anterior había necesitado de un servicio de taxi de sitio en el metro Hidalgo porque traía conmigo un gran bulto, mi despensa anual de orgulloso Godínez. El radiotaxi aún sobrevive gracias a los ciudadanos de a pie que buscan en los sitios formas más rápidas y aparentemente seguras de llegar a sus casas. Los sitios aún resguardan terruños en pedazos de calles y avenidas cercanas a las estaciones de Metro y a las terminales de autobuses. Muchos aún resguardan a una radio-operadora en alguna parte.

Algo común en un taxi de sitio es la radio de onda corta, el cual no es indispensable para que dichos vehículos sobrevivan a la ciudad, pero que otorga un sabor único a cualquier viaje de cualquier incauto que aborde en ellos. Entre códigos ininteligibles, apodos con numeraciones en sopa de letras y jergas popular en un caótico ir y venir; nunca faltan los albures, las jaculatorias para los cuates y los recordatorios de todas las clases, ya sean los maternales o de objetos extraviados en unidades.

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Se atraviesan las calles, se tejen deseos y sueños en cuatro ruedas. En los radiotaxis uno entiende otra forma de contar historias, diferente a la de los ruleteros parlanchines de todos los días. Encontramos polifonía como en pocas partes dentro de la urbe, encontramos nuevas formas de entender el caos de las ciudades. Ojalá esta contracultura del transporte no termine por extinguirse y sobreviva la era del Twitter y el GPS con nuevos bríos. Tal vez se logre. 

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