diciembre 30, 2015

Top 20 Albums en Español #8: Fito Páez - Giros

Estamos situados en el punto medio de la segunda década del siglo XXI; en tiempos donde todo parece ir en aceleración aplastante, dejando detrás lo anacrónico en pos de lo inmediato, la música es de las pocas expresiones que sobrevive a la impiedad de los olvidos. En este 2015 que está por terminar, dos de mis discos favoritos en español han cumplido tres décadas de existencia; el primero del que hablaré es el segundo álbum solista de un viejo conocido de este sitio, Fito Páez. El álbum es Giros (1985) y es una de las grandes joyas de la música popular argentina; un conjunto de nueve canciones que conservan intactos su tectónica y su frescura.

Ya he tenido la oportunidad de explorar dos facetas de este compositor rosarino, sus inicios como el arreglista detrás de la voz de Juan Carlos Baglietto en Tiempos Difíciles (1982) y con el que fue su gran triunfo comercial en los años 90's, El Amor Después del Amor (1992). Sin embargo, si hay que remitirse a un momento de inflexión en su carrera, hay que hablar de este esfuerzo; más que un gran álbum, Giros es la simiente ardiente que fecundó a un joven genio cuya cabeza estaba en constante remolino, en giros de aplastante intensidad. Fue en este momento donde el incipiente Páez, previo aprendizaje - epifanía con Charly García, vincula todos sus sistemas para crear su primera gran obra, la primera vuelta de tuerca al zeitgeist de su tiempo; la influencia de este momento es la que ha perdurado en el tiempo.

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Giros es un álbum que surgió en un tiempo complejo. Tras la Guerra de las Malvinas, la dictadura militar que sometió a Argentina por seis años se vio obligada a convocar elecciones democráticas. El ganador de las mismas sería un abogado de la Unión Cívica Radical, defensor a ultranza de los derechos humanos, el doctor Raúl Alfonsín. Su gobierno debería navegar entre aguas turbias para consolidad la democracia recuperada, palear la crisis económica, juzgar las atrocidades de los gobiernos castrenses, conciliar a los poderes fácticos de corte peronista y evitar que hubiera otro golpe de estado.

Al liberar a la nación argentina de la censura del Proceso, hubo un renacer artístico y cultural caracterizado por el regreso al terruño de diversas personalidades exiliadas, así como el resurgimiento pujante de las artes visuales, la plástica, el cine y el teatro; en consecuencia paralela, la música popular disfrutó de mayor internacionalización, más allá de su entorno inmediato. Fueron los años en los que los nuevos valores del rock argentino, la mayoría surgidos poco antes de Malvinas, se volvieron populares en el resto de América Latina; también la "vieja guardia" (con Charly García y Luis Alberto Spinetta en un enésimo estado de gracia) encontraría un envión de frescura y popularidad entre las nuevas generaciones.

Una nueva ola de valores comenzó a tomar la vanguardia musical del país austral con diferentes propuestas empapadas de música angloparlante, prohibida por los militares durante la guerra, en boga gracias a la apertura de los medios de comunicación. El new wave, el punk, la electrónica y el ska entrarían al caldo de cultivo bonoarense junto a la omnipresente impronta de los ritmos latinos, la música de cantautor y el renovado interés por el folklore, cuya máxima referente viva, Mercedes Sosa, se alimentaría de aquellos jóvenes "rockeros" durante las siguientes décadas y hasta el final de su vida.

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A esta generación pertenece la figura de Fito Páez, el joven prodigio de Rosario que se dio a conocer en el conjunto de Juan Carlos Baglietto como arreglista y compositor; tras su mítico encuentro y posterior empleo bajo la tutela de Charly García, con quien grabaría el álbum Piano Bar (1984), Páez decide emprender en solitario con su álbum debut, Del 63 (1984), un álbum de aprendizaje que demostraba su capacidad interpretativa y su refinado gusto por las melodías pop de gran calado. Tras desvincularse de la banda de García, Fito se pondría a trabajar en el que sería su segundo álbum.

Si bien Fito había compuesto muchas de las canciones que se grabarían en Giros durante recesos de las giras con Baglietto y García, éstas no comenzarían a tomar forma hasta mediados de 1984; Páez vivía entonces con Fabiana Cantilo, su novia a lo largo de la década, al noroeste de la capital bonoarense, en una casa ubicada en el cruce de las calles Estomba y La Pampa, entre los barrios de Belgrano y Villa Urquiza. La relación entre Fito y Fabiana vivía el punto de un dulzor que se reflejaba en inspiración mutua. Otra figura femenina que rondaba la vida de Fito en aquellos años fue la de Liliana Herrero, amiga, mentora y protectora que lo había adentrado en el mundo del folklore local.

La banda que grabó Giros quedó conformada por Fito en voz y piano, el también rosarino Fabián Gallardo en la guitarra, el franco-argentino Paul Dourge en el bajo, "el Tuerto" Daniel Wirtz en la batería y Tweety González en teclados y producción; los ensayos fueron en la casa de Estomba y La Pampa y la grabación de los demos se realizó en la casa - estudio de Tweety en el barrio de Versalles, al poniente de Buenos Aires. El disco fue grabado en Estudios Moebio, muy cerca de la casona donde vivían Páez y Cantilo, bajo la dirección del ingeniero de sonido Mariano López.

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En Giros convergen los universos musicales que rondaban los oídos de Fito Páez durante su infancia y juventud en una Rosario que le enseñó las primeras peripecias y alimentó su corazón con música de todo tipo; en la casa de su padre, se escuchaba el tango de vanguardia, la música folklórica austral y el jazz más sofisticado; al crecer, descubre el rock y comienza a alinearse con la estética de la música popular de su país, sobre todo hacia García y Luis Alberto Spinetta, con quien colaboraría meses después en el disco doble común La La La (1987). Reivindicar la tradición y renovarla; el objetivo general de todo artista.

La búsqueda estética de Páez se enfocaría a conciliar tradiciones lejanas en apariencia, pero con puntos en común diversos; lo mismo escuchamos un bandoneón electrónico que una secuencia rítmica ternaria, una guitarra desenfrenada que una balada de autor. Hay una sensación necesaria de vitalismo en este disco, una posición ante la vida entre la inocencia y la necesidad de combatir, entre el optimismo por un futuro promisorio y un pasado temible sin el cual nada tendría sentido. Fito mira hacia el cielo, como en la tapa del disco, en una suerte de profeta del espíritu argentino de su momento.

El primer ejemplo de esto es "Giros", tema homónimo con el que inicia el disco. Lo que más destaca en esa melodía sincopada es el bandoneón electrónico que le otorga a la canción aires porteños. En la letra encontramos a flor de piel la gran idea de cambio que latía dentro de su autor: conocer lugares nuevos y personas interesantes, preocuparse por su entorno y su prójimo, aprender e imaginar ante el movimiento inexorable de la vida.

Mientras "Giros" es un momento de introspección, el siguiente corte, "Taquicardia", es una demostración de su capacidad para componer canciones de rock crudo con tres o cuatro acordes, guitarras y bajo. En la letra se demuestra una emoción por la fugacidad y la energía hacia un cambio de mentalidad del que quiere ser partícipe.

Un tema muy interesante es "Alguna Vez Voy a Ser Libre", canción donde Fito muestra la influencia de Spinetta sobre su estilo temprano. Por un lado tenemos una construcción armónica de guitarra y bajo intercalados junto a percusiones del uruguayo Osvaldo Fattoruso, personaje que a lo largo de la trayectoria de Fito ha otorgado una estética y un tumbao con fuerte aroma latino en canciones muy puntuales. Aquí encontramos una historia fragmentada, llena de imágenes, donde la decepción amorosa y la confusión son los temas principales.

Entonces llegamos a "11 y 6", un momento dorado para el cancionero de Páez. Los amores más bellos son los que se dan entre niños, en este caso en situación de calle, entre dos almas inocentes que son más fuertes que el desdén de la política en turno y de los prejuicios de la sociedad. Entre un clavel, rosas, besos, mesas de bar y los recovecos porteños, Fito recuerda la frescura de sus años con sus coterráneos rosarinos componiendo una balada perfecta, arreglada en teclados y voces por Pedro Aznar.

Justo a medio camino en un álbum lleno de tesoros, nos encontramos a la joya de la corona, una canción que equivale al paso fugaz de su compositor sobre la Tierra. "Yo Vengo a Ofrecer Mi Corazón" es más que una canción hermosa, es un patrimonio sentimental y humanísitco para los hispanohablantes de hoy y del mañana, tan grande como cualquier manifestación cultural que se mencione. Elogiada por Atahualpa Yupanqui e interpretada por Mercedes Sosa, Caetano Veloso y tantos más, su belleza no se puede escribir con letras de oro, sino sobre la tierra fértil de una América Latina que reverdece contra las tormentas; en ella se concilia por fin esa búsqueda de la época para unir el significado de la música folklórica con los significantes sonoros del rock. Ritmo de chacarera, el piano electrónico en DX7, las armonías de Cantilo, las percusiones de Fattoruso y la esperanza a flor de piel. Canción bisagra entre la Argentina de la barbarie y el momento de optimismo, Fito utiliza una imagen arquetípica milenaria, un gesto atávico donde se compromete con su pueblo, con la gente que quiere y con los demás.

Continúa el álbum con "Narciso y Quasimodo", otro tema rock donde Fito concentra nuevamente sus influencias locales, donde destacan la guitarra de Wirtz y el solo de guitarra de Gallardo. La letra de la canción no es un tema menor, nos habla sobre el problema de comunicación entre personajes aparente incompartibles condenados a quedar solos, entre el deforme Quasimodo ensordecido por las campanas de Notre Dame y el Narciso cegado por su propia belleza.

"Cable a Tierra" es un tema de auxilio, es el llamado a un amigo que se destruye por dentro, específicamente de aquellos conocidos de Fito Páez (y él mismo) que habían caído en las garras de los vicios. La leyenda habla específicamente sobre Charly García, quien por aquellos días comenzaba a sentir los estragos de la cocaína. Nuevamente nos encontramos con la habilidad de Páez para transmitir esperanza en los tiempos difíciles; reitera su compromiso con sus seres queridos y los invita a escuchar los deseos más profundos de su corazón.

Por supuesto, la política no es indiferente a ese joven Fito, muestra de ello es el octavo corte de este disco, "Decisiones Apresuradas", donde la cocaína vuelve a tener un rol fundamental como metáfora de la destrucción y de las malas decisiones que llevaron a muchos jóvenes de su generación a la muerte bajo el yugo del Proceso militar. Aquí, el rosarino se declara rebasado de explicaciones por la barbarie, aunque deja un par de buenos adagios de vigencia atemporal sobre la guerra y la violencia.

El tema que cierra el disco es otro hito en la carrera de su autor, otra composición que persigue la raíz folklórica para convertirla en esperanza y optimismo. En "D. L. G." (Día de los Grones, palabra asociada a los trabajadores y obreros) deja atrás la idea del giro para convertirla en revolución, es una canción que profetiza el levantamiento de un pueblo llevado por el amor para transformarse de fondo, para convertirse en una sociedad más justa, liberada del dolor de un pasado lúgubre. Entre la base rítmica de una baguala, Fito y Fabiana Cantilo levantan un canto cercano a un gospel que transmite una devoción incondicional hacia el futuro que estaba por alcanzarlos y ponerlos a prueba.

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Giros puso a Fito Páez en medio de la mayor luminaria del panorama pop de la Argentina de mediados de los 80. Su éxito comercial y crítico le llevó a hacer una gira extensa por todo su país; poco tiempo después, grabaría el ya mencionado La La La con Spinetta, cuya promoción lo encontró en un instante de ruptura.

El terrible asesinato de su abuela y de su tía en la casa de los Páez en Rosario, un año después de la muerte de su padre Rodolfo, llevó a Fito a un destructivo remolino del cual salió con otro disco clave, Ciudad de Pobre Corazones (1987), mucho más seco y dramático, más denso y pesimista. Mucho duelo y aprendizaje le permitieron al joven Páez salir de aquel pozo sin fondo.

El final de los ochenta fue para Fito de muchos cambios; su disco Ey! (1988) significó el final con su disquera durante la década, EMI. Fueron tiempos de crisis para Fito, quien apenas y tenía dinero para subsistir; sin embargo, un nuevo contrato lo esperaba con Warner Music con el cual iniciaría los noventas, donde alcanzaría la trascendencia internacional.

Poco de lo que rápidamente se relató en las últimas líneas hubiera pasado sin la marca de Giros en la vida de Fito y sus compañeros de ruta, o por lo menos tendrían pequeñas diferencias. Fue este disco el que lo consolidó en el cancionero y en la educación sentimental de América Latina; treinta años han pasado, estas nueva canciones siguen conmoviendo a miles de personas en nuestros países. Esta voz y este piano aún vibran dentro de muchos de nosotros con la misma fuerza de aquellos años.


Tracklist:
  1. Giros
  2. Taquicardia
  3. Alguna Vez Voy a Ser Libre
  4. 11 y 6
  5. Yo Vengo a Ofrecer Mi Corazón
  6. Narciso y Quasimodo
  7. Cable a Tierra
  8. Decisiones Apresuradas
  9. D. L. G.

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