Entre la Norah de 2004 y ésta, un mundo... (clasos.com / Revista Quien) |
Ha sido un semestre difícil entre proyecto final para titulación, clases de diferentes sabores y colores y momentos de humor disparados entre lo más eufórico y lo más depresivo. Este concierto no podía venir en mejor momento; habían pasado casi seis años desde aquel 1º de diciembre de 2004, cuando por vez primera Norah Jones vino a deleitar a sus fans con su voz...
El viernes 5 del corriente había amanecido como cualquier otro día de su tipo, con la diferencia de que había tenido en la cabeza durante toda la semana muchas expectativas sobre lo que pasaría cuando cayera la noche en el escenario del Auditorio Nacional. Como ya he mencionado en este espacio, estoy hablando de la cantante que cambió para bien mi vida, mi gusto musical y mi percepción de lo que debe ser cualquier cantante o banda de la cultura pop.
La prima donna absoluta de mi catálogo melómano, punto de inflexión de una etapa en mi vida que fue marcada por el paso a la preparatoria, mi madurez como persona y el descubrimiento de mis inquietudes hacia el Arte, la música y la literatura.
Nacida Geethali Norah Jones Shankar hace 31 años en Nueva York, hija de Ravi Shankar, el legendario sitarista indio que indujo a un tal George Harrison, y a un mundo entero, en el universo de la música clásica de su país. Crecida con su familia materna en un pueblo de Texas entre country, jazz, campamentos musicales de verano y el coro de su iglesia. Educada en el programa de jazz de North Texas, de donde saltó a Nueva York para crecer como intérprete. Un contrato con la legendaria firma de jazz Blue Note Records le permitió grabar un EP, First Sessions, y su primer álbum, Come Away With Me; el resto es historia...
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Esta vez, a diferencia de 2004, cuando fue mi madre la que me acompañó, quise ir con alguien a quien sí le gustara la música de Norah, así que invité a mi amiga E.F. Esa mañana tuvimos dos clases, Hermenéutica y Psicoanálisis, entre Hamlet, Gertrudis y Lacan, y Arte en México de 1910 a 1950, entre Tamayo, Siqueiros y la expo que E. preparó sobre Mario Pani y el proyecto de Ciudad Universitaria.
Terminó la clase, ella todavía tenía que enfrentar una revisión de su proyecto de titulación (entre colegios jesuítas, el modo nostro y el acento castellano - polanqueño de nuestro querido profesor L.J.C.H.), por lo que yo fui a casa para comer y recoger las entradas. El tráfico típico de viernes me demoró un poco para llegar, pero nada podía detener al destino, la renovación de mis votos hacia una de mis diosas paganas en una noche que indicaba magia.
Salí con ligero retraso de casa, habíamos quedado de vernos a la 7, pero algunos estragos en el tráfico del metro citadino lograron que llegara 20 minutos después. Entre cerveza oscura, críticas museográficas a la exposición que se encuentra en el vestíbulo (la recomendable "200 años de espectáculo en México"), colillas de cigarro y el frío que ha estado azotando a la Ciudad, se nos pasó el tiempo muy rápido. Dieron la segunda llamada, y menos de diez segundos después, la tercera, eran las 20:19 según el reloj de mi celular. Pasamos a nuestros lugares sorprendidos por la prisa con la cual llamaron al comienzo del acto.
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Las luces se apagaron exactamente a las 20:30, en el escenario se movían siluetas pasando frente a los instrumentos, en el fondo sólo había un juego de varias cortinas blancas moldeadas con pliegues, las cuales eran parte del juego de iluminación de diversas luces de colores. En medio de aquella escena, guitarra Fender Mustang en mano, vestido rosa de minifalda, botas moradas y cabello corto hasta el cuello, su voz decía en limpio español "Buenas Noches"...
¡Qué diferente era esa Norah que estaba ahí frente a 10 000 almas de la de seis años atrás! Aquella vez, Norah usaba pelo largo, blusa negra y larga falda rosa mexicano, tocaba un enorme piano de cola Yamaha y portaba una tímida sonrisa. Esta vez, Norah parecía más seria, incluso triste, pero tardó poco para mostrarnos que su encanto y su sonrisa están intactos.
Y es que la primera parte del concierto abarcó su material de estudio más reciente, "The Fall", el cual se caracteriza por sus letras de desamor y soledad. "I Wouldn't Need You" fue la que inició el recorrido a través de rincones del corazón de Norah que no se escucharon tanto en sus discos anteriores, a la cual siguieron "Tell Yer Mama" y una de mis favoritas, la oscura "Light As A Feather". Justo después de tocar "Even Though" en su piano eléctrico, antes de comenzar con "Young Blood" en su guitarra, Norah saludó de nueva cuenta. En ese momento, de alguna parte del graderío, surgió un grito masivo de "Te Amo", el cual ella escuchó como "Diablo", lo cual desató una risa entre el público.
Si algo me dejó impresionado de este concierto fue la banda que juntó Norah para esta gira, quizá sin el protagonismo de la ya lejana Handsome Band, pero con un virtuosismo y flexibilidad interpretativa más que envidiable, fruto del enorme bagaje de sus integrantes. Sasha Dobson (ella misma un acto solista de enorme calidad), corista, percusionista y guitarrista acústica, sabe pulir perfectamente la voz de Norah, redondea sus texturas y corrige sus pocos desaciertos. El guitarrista Smokey Hormel (Johnny Cash, Beck, Neil Diamond) imprime toques tanto de country como de rock con envidiable limpieza técnica.
El bajista y pianista Gus Seyffert (The Bird and the Bee, Sia) es certero con el primero y sublime con el segundo. El tecladista John Kirby (asociado principalmente con los proyectos de will.i.am) le da una dimensión diferente al catálogo de Norah con su vibráfono y sus sintetizadores. Finalmente, Joey Waronker (Beck, Smashing Pumpkins, R.E.M. y tantos más) debe ser uno de los mejores bateristas de cualquier género en la actualidad, otorga poder y protagonismo rítmico sin despeinarse demasiado.
Resumiendo, es una gran banda, a la altura de las necesidades de la Norah Jones de hoy, más guitarrista que pianista, y mucho más libre dentro del escenario. Fue "It's Gonna Be" la canción que me dejó claro que Norah y sus músicos están muy bien conectados. "Chasing Pirates", sencillo punta del disco "The Fall", dio paso a temas como "Broken", del "Not Too Late", y "Cry Cry Cry", cover de Johnny Cash, la cual arrebató palmas con su ritmo. "Lonestar" fue muy aclamada por ser la primera canción de la noche salida de "Come Away With Me". "Waiting" y "Back to Manhattan" indicaron un regreso hacia lo nuevo, siguiendo la tomwaitesca "Sinkin' Soon" y la melancólica "Carnival Town".
Con "Man of the Hour", cantanda en solitario en un piano vertical, llegó la dedicatoria para el perro poodle que hoy vive con Norah, la letra causó risas entre los espectadores por sus chuscas comparaciones con los hombres (y cachetadas de guante blanco hacia su ex-novio, el bajista Lee Alexander). De inmediato, la canción que cambió la vida de tantos de los presentes incluyéndome a mí, "Don't Know Why", interpretada sublimemente, aplaudida como ninguna. "Stuck" fue un instante magnífico para mostrar de nueva cuenta el excelente trabajo de iluminación, perfectamente coordinado con la maestría de la interpretación. Con "Come Away With Me", Norah cerró por un momento el fluir de la sangre de poco más de 10000 almas, arrebató sonrisas y aplausos, sólo para salir del escenario...
Los aplausos y gritos de aquella afición hipnotizada lograron que Norah y su banda regresaran para interpretar un set de canciones a manera de un pequeño unplugged. Alrededor de un micrófono, la Jones y sus cinco secuaces, instrumentos acústicos en mano, se acercaron al borde del escenario para tocar "Sunrise", la canción que arrebató palmas y sonrisas. Siguió "How Many Times Have You Broken My Heart?", una joya escondida surgida en el llamado "Hank Williams Project" (punto creativo de unión de Norah con un tal Bob Dylan y con un tal Jack White, entre otros), canción escrita por el legendario artista country a la cual Jones le puso música, la cual fue vitoreada como si de mariachi se tratara, debido a su parecido melódico con este género. La última canción de ese hermoso encuentro no podía ser más alegre: "Creepin' In". Norah y su banda dieron el último adios, el sueño se diluyó con las luces del Auditorio...
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Camino a la salida, E. y yo nos habíamos olvidado del frío, lo atribuimos a la emoción de haber sido testigos del encanto de la persona y la música de Norah Jones. El problema siempre es el mismo, no se puede dar gusto a todos, siempre faltarán canciones en cada presentación. Sin embargo, debido a que en el universo musical de una artista como Norah, cada melodía, cada conjunto de armonías y ritmos y cada vocalización son momentos con personalidades diferentes, es muy difícil decir que no se ha salido satisfecho. Esa capacidad de fragmentar el tiempo tocando cada fibra de sentimiento hace de la voz y música de Norah algo tan especial.
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