septiembre 06, 2014

In Memoriam: Gustavo Cerati (1959 - 2014)


Desde el día de ayer, la música popular de América Latina guarda un luto especial por un hombre revolucionario, por un genio único cuyos límites artísticos eran borrados con cada nota y cada canción. Haber perdido la esperanza de ver volver a Gustavo Cerati del infarto cerebral que lo dejó en coma en 2010 nos afectó a todos los melómanos hispanohablantes; incluso cuando sabíamos que la esperanza de la ciencia era pequeña, muchos nos contagiamos de la fe de su familia.

Sin embargo, Cerati no significa tanto para mí como para gran parte de los entendidos del rock argentino; me gusta Soda Stereo, cuyos discos escucho con atención pero que nunca me han deslumbrado del todo. En cuestiones de su trabajo en solitario, reconozco su enorme capacidad de experimentación con la música electrónica y la vastedad lírica de sus letras; entiendo los porqués del amor de América Latina hacia este virtuoso guitarrista, pero sólo me ha conmovido en momentos muy específicos. Para mí, siempre significará mucho más un cantautor como el rosarino Fito Páez.

Es menester confesarles, pese a todo lo anterior, que el nombre de trabajo de una de mis dos novelas lleva el nombre de una canción de Soda: "Zona de Promesas".

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Cuando tenía 10 años de edad, mi papá compró el disco compilatorio Chau Soda (1997); de inmediato hice click con "Un Misil en mi Placard", una canción que era diferente a lo que había escuchado a esa edad tan insipiente que me sorprendió con facilidad. Cuando supe, muchos años después, que detrás del debut de Soda estaba un tal Federico Moura, el líder del grupo new age Virus, entendí las razones por las cuales esta canción era tan hedonista y tan divertida.

Soda Stereo surgió en un momento feliz para Argentina; después del dolor de la Dictadura Militar, había posibilidad de crear con libertad y optimismo. La industria musical del país había comenzado una transformación desde 1982, cuando el casus belli del conflicto de las Malvinas hinchó una ridícula anglofobia que prohibiría la música en inglés; muchos artistas seminales para las siguientes décadas habían nacido, otros de "vieja guardia" estaban encontrado éxito comercial y la masificación de discos era mucho más sencilla.

América Latina tenía sed de "rock en español"; Soda se convirtió en una banda profética. Inspirados en The Cure y The Police, Soda promovió una estética que influiría en la gran mayoría de las bandas del continente. Sus canciones se volvieron himnos de una generación de latinoamericanos que comenzaban a informarse con mayor amplitud de lo que ocurría en la cultura anglosajona y que se trataba de reflejar en ella mediante la mímesis y adaptación de sus expresiones. Junto a grupos españoles, brasileños y algunos mexicanos, Soda Stereo y muchos más espectáculos argentinos "comenzaron a hacer la América rockera y juvenil".

Y en medio de este caudal de cultura popular, apareció el genio de Cerati, quien nunca supo conformarse con el éxito y adaptó sus inquietudes hacia nuevos lenguajes musicales; la inclusión de la electrónica, el jazz y el folklore latinoamericano en su trabajo son una constante que definiría el paso fugaz pero trascendente de este bonoarense en el mundo. Artista prolífico de inquietudes diversas, sereno de pensamiento y con tendencias a la intelectualización de su música (a la manera de su referente absoluto, el genial Luis Alberto Spinetta), Gustavo Cerati dejó una impronta de la cual será difícil desmarcarse para la música popular en español por muchos años.

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La historia está escrita y perfectamente documentada: Millones de copias vendidas de siete álbums de Soda Stereo y cinco placas en solitario, una cantidad impresionante de giras y fechas en todo el mundo; decenas de colaboraciones con artistas que van desde Roger Waters y Mercedes Sosa hasta Shakira y el respeto absoluto de un planeta profundo de música en español. 

Descanse en paz...

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