diciembre 24, 2009

Del "Jefe de Jefes" del Narco y el mártir Melquisedec...


Ha pasado casi una semana (y fue mi error no darle su importancia en su momento) desde que ocurrió el operativo de la Armada de México que derivó en la muerte del llamado "jefe de jefes" del narcotráfico, Arturo Beltrán Leyva, en la ciudad de Cuernavaca, Morelos. En esa redada hubo una baja de parte de los marinos, el tercer maestre de Fuerzas Especiales Melquisedec Angulo Córdova, originario de Tabasco, cuyo velorio fue realizado con honores militares el pasado día 19.

Lo terrible del caso vino tres días después, cuando un comando armado asesinó a tres miembros de la familia de este militar, y dejando mal herido a un cuarto. Una tía, la hermana y la señora madre de Angulo fueron las víctimas mortales. El hermano sigue combatiendo por su vida en estos momentos. Desde luego, la sociedad ha condenado tan terrible acto de revancha, "un acto cobarde" como lo mencionó el presidente Calderón. El caso fue absorbido por la Procuraduría General de la República para su investigación, y al parecer ha conseguido detener ya a cuatro sospechosos.

El golpe al cártel de Sinaloa ha sido sin duda fuerte, y era de esperarse una venganza magna, la cual pudo haberse evitado. Fue una terrible decisión de parte de los altos mandos de la Marina la de hacer tan público el velorio del maestre Angulo, en su tierra natal, y no solo eso, cerca de su casa. Estos funcionarios podrían aprender algo útil de esta terrible experiencia: En una lucha tan pública como la que el gobierno de Felipe Calderón está ejerciendo contra el narcotráfico, con el ejército en las calles y con la ola de violencia que ha derivado a lo largo del país, es poco adecuado crear mártires con nombre y apellido de forma tan ostentosa, sobre todo cuando también se está señalando a las familias. No significa esto que se debió evitar honrar al marino caído, sino que se pudo haber hecho con mayor discreción, en una base de la Armada, con una cobertura mediática más discreta en la propagación de las imágenes de la familia.

Y ya que vamos a la importancia que tuvo la imagen en la planeación y consumación de este golpe, hablemos de la fotografía tomada al cadáver del líder narco tras su ejecución. Utilizada por los diarios de gran tiraje en su portada principal, a gran tamaño y a todo color, la placa tomada al "Barbas" es un ejemplo de lo que nunca debe hacerse con la imagen del cuerpo muerto de un narcotraficante de tal envergadura.

Primero que nada por quien la planeó (El fotógrafo Weegee, el periódico La Prensa y el narcokitsch "meet" Gregorio Fernández, imaginero vallesoletano del siglo XVII... pero a la décima potencia de lo grotesco): El cadáver aparece sobre una manta blanca, con los pantalones bajados hasta las rodillas, con la camisa alzada, mostrando su torso y sus piernas desnudas, y apenas cubierto por ropa interior blanca cual manto de pureza. Sobre la piel llena de coágulos se acomodaron rosarios, medallones y billetes de tres denominaciones: De mil y de quinientos pesos mexicanos, y de cien dólares americanos, provocando una sensación de los restos mortales del narco asesinado como una mesa dispuesta de dinero sucio de origen y de la sangre. Lo que quedó de Beltrán Leyva se ve como un Cristo Yaciente digno de veneración, mártir del hampa destinado a convertirse en leyenda.

Imagen dolorosa para los miembros del cártel de Sinaloa en primera plana de los periódicos nacionales, exhibiendo su "sagrado" cuerpo, sus "hermosas" riquezas y su sangre "santísima". Un deseo de venganza debió de haber embriagado las mentes y los corazones de estas personas, y en esta clase de actos, como siempre, pagan justos por pecadores.

El asesinato de los familiares del maestre Melquisedec ha sido un acto cobarde y vil. Este marino murió, con plena conciencia de lo riesgosa de su misión y de su oficio, en cumplimiento de su deber, pero su familia ha sido castigada por el brazo armado del narco sin deberla ni temerla. Se ha martirizado a una familia en búsqueda de sembrar temor en el gobierno federal y entre sus ejércitos. Felipe Calderón, cegado por el poder que estas acciones le han dado (recordemos que llegó a su puesto entre dudas muy grandes), no dará marcha atrás, aún cuando siga creando viudas, madres y familias enteras plañideras, aún cuando siga fomentando más muerte y violencia.

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