A una semana, sigo impactado por lo ocurrido hace una semana en Haití. En mi cabeza no se concibe cómo fue que una tragedia de ese tamaño pudo haber ocurrido. Más de 70000 muertos confirmados, muchos más por confirmar, la ciudad capital Puerto Príncipe destruida, la escasez de víveres, la anarquía y el desastre patrimonial, físico y emocional de miles de familias.
Las agravantes principales que vuelven esta desgracia mucho mayor son la de la inestabilidad política que tuvo Haití hace cinco años, así como el ser de los países con niveles más altos de pobreza, analfabetismo e impacto ambiental del América. Para contrastar estos números negativos, debemos recordar - como bien lo hacía una de mis profesoras en clase - que Haití fue cuna de las revoluciones en América, y que es uno de los pocos puntos francófonos en el continente.
En esta parte del planeta, las noticias empezaron a llegar iniciando la tarde del día 12. Con los reportajes fueron llegando imágenes dantescas de edificios destruidos (comenzando con el Palacio de Gobierno, residencia del ejecutivo), gente sufriendo la tragedia de sus pérdidas, grandes montañas de cuerpos sin vida, la falta de salubridad en los hospitales, el imperio de la violencia ante la búsqueda por arrebatar ayuda que llegaba a cuentagotas.
También hubo otras reacciones, como la del músico Wyclef Jean, nacido en Puerto Príncipe, y quien fue criticado por supuestamente querer aprovecharse economicamente de la situación (con todo y posterior defensa lacrimógena). También se vio con malos ojos la llegada de Hillary Clinton, secretaria de estado del gobierno estadounidense, a lo cual llamaron una búsqueda por imponer condiciones desde Washington. En cuestiones deportivas, la Federación Haitiana de Futbol perdió a varios de sus miembros y trabajadores en la tragedia. Además, el padre de origen haitiano del futbolista chileno del defeño Club América, Jean Beausejour, se encontraba desaparecido hasta el día de ayer, pero afortunadamente fue encontrado y está bien.
Entre grupos de rescate, ineficiencia para repartir ayuda, brigadas de la ONU atacadas por la desesperación del pueblo haitiano y presos libres provocando el caos, una señal de humanidad latente entre la infamia: La conmovedora fotografía de un bebé que se reencontró con su madre tras ser rescatado de entre los escombros de su casa y el cuerpo de su abuelo. El afortunado infante responde al nombre de Redjeson Hausteen Claude, y esperemos que en un lejano futuro pueda presumirse como sobreviviente.
Miles de ONG's se han empezado a mover para recolectar ayuda en víveres y en dinero. Según me lo hizo saber un amigo, encargado de las donaciones de víveres y medicamentos en mi universidad (donde por cierto, tardaron en instalar un centro de acopio), los mejores lugares para hacer llegar ayuda son la Cruz Roja y Caritas Internationalis. La primera es la gran institución de asistencia internacional con paso en todo el mundo, y la segunda cuenta con todo el apoyo de otra gran entidad de influencia: El Vaticano, que posee mucho mayor capital para hacer llegar el auxilio a la isla. Tampoco podemos olvidarnos de las embajadas de Haití en nuestros países como otra opción para nuestro apoyo.
Los mexicanos que vivimos en la capital del país debemos tener muy presente que hace ya casi 25 años vivimos una situación similar de destrucción y emergencia. Afortunadamente, los defeños de esos años salieron a flote como sociedad organizada ante la tibieza del gobierno, encabezado entonces por Miguel de la Madrid. Pero el caso de Haití es más que crítico debido a que la pérdida material y de infraestructura es casi total, y en tiempos de hambre y dolor, lo primero que se piensa es sobrevivir ante todo.
Las heridas son profundas y tardarán en sanar bastantes años para un país de hecho acostumbrado al dolor y a la intransigencia. Esperemos tiempos mejores y un nuevo comienzo para el pueblo haitiano.
Foto: Gerard Herbert/AP
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