octubre 04, 2010

De San Francisco de Asís, mi status como católico y una oración que a él hubiera encantado...

Francisco de Zurbarán (1598 - 1664)
"San Francisco de Asís" Óleo sobre tela, 65 x 58 cm
Alta Pinacoteca, Munich, Alemania

Creo que alguna vez lo he comentado en este blog, que pese a todos los manos manejos de los jerarcas de Roma, a los encubrimientos de pederastas, a la enorme desigualdad que ha provocado el Vaticano (el Men's Club más antiguo de la humanidad) a lo largo de la historia y a la intolerancia que promueven muchos de sus líderes en mi país y en el mundo. A pesar de todo eso, me sigo sintiendo orgulloso de ser católico...
Tienen derecho a pensar lo que quieran, pero desde que tengo postura crítica sobre la jerarquía de mi religión, he pensado que lo hace a los católicos de todo el mundo lo que somos, no es el Papa de Roma (un hombre al final de cuentas), ni los cardenales, obispos, cleros regulares y párrocos (hombres con pasiones como todos), ni los bienes que tengan (en Estados que tienden a la secularización esto es cada vez más difícil de encontrar).

Mas que en dogmas y demás palabrerías, creo que la verdadera esencia de la Iglesia Católica (y de las denominaciones que se consideren Cristianas) debería de estar en sus fieles, personas que entiendan que Jesucristo es, más que el Hijo de Dios y parte integral de una entidad trinia, un ejemplo de cómo tratar a nuestros semejantes. Que María, su madre (en todas sus invocaciones), más que Virgen y Reina de los Cielos, es un ejemplo de humildad hacia con Dios. Que los santos, tan criticados por muchos hermanos de fe, son personajes ejemplares de cómo se ha seguido la vida cristiana a lo largo de la historia.

Entiendo que a los católicos nos acusan de idólatras, y creo que no es del todo falso, pero eso no significa que todos lo seamos. Lamentablemente, se ha perdido entre las familias católicas el hábito de lectura de la Biblia y de las hagiografías, mucho en parte por el alejamiento del rito. Ahora sólo rezamos a los santos en situaciones desesperadas, "porque son buenos para traer dinero, para obtener novio o para evitar los chismes", y no porque admiremos su amor al prójimo y a Cristo. Los párrocos, más que buscar matizar ese culto, se han aprovechado de él para llenar las arcas de sus parroquias. Los diezmos se gastan en todo menos en caridad. La misa, más que un rito que busque saciar nuestra sed de Cristo, me parece un simple acto teatral.

Yo en lo personal, por la situaciones planteadas arriba, he dejado de ir a misa porque la jerarquía no me dice nada sobre Dios. Porque los sacramentos están tomados por manos perversas que condenan la homosexualidad (¿El cardenal Rivera bautizaría a mi hijo si yo viviera en un "matrimonio" homosexual?) y la anticoncepción (Sería para mí más pecado un aborto que utilizar un condón). Porque muchos de esos hombres no han hecho más que levantar intrigas entre esta sociedad, que hoy más que nunca apunta hacia la pluralidad de pensamiento y de credo.

Me da tristeza la situación de la religión católica, que sufre cada año enormes fugas de fieles. Sin embargo, tengo fe aún en las enseñanzas de Cristo, un ser humano Él al fin también como aquellos a los cuales enseñó. Me criaron como católico, rezo como tal y mucho de mi anclaje de identidad tiene que ver con la Iglesia Católica, por eso me considero católico.

Mi abuela materna es, pese a todo lo que hoy en día me molesta de su exacerbado fanatismo, mi vínculo familiar más fuerte con la religión. El santo al que más devoción le rinde desde siempre es a San Francisco de Asís, y yo he heredado esa devoción comenzando por mi nombre. Cada vez que viajo, busco su imagen cada vez que visito alguna iglesia - a las cuales suelo ir más como historiador del Arte que como creyente - y suelo dejar una plegaria ante ella. En mi biblioteca, entre tantos libros "profanos" que he leído, junto a mi Biblia, tengo la hagiografía que mi abuelita me regaló hace algunos años.

Cada día como estos, recuerdo la llamada Oración de San Francisco de Asís. Hasta hace algunos años, esta plegaria, de enorme popularidad entre los franciscanos del mundo, era tradicionalmente atribuida al Poverello, santo que es celebrado cada día Octubre 4, como el de hoy, entre los católicos y anglicanos del mundo.

Sin embargo, pese a que hoy en día sabemos que este rezo fue compuesto a inicios del siglo XX en Francia, no dudo que Ciccio hubiera estado muy orgulloso de su autoría.

La oración resume para mí mucho de lo que significa la fe, el amor al prójimo, la caridad y la tolerancia cristiana. Resume la compasión por el lobo y la valentía ante el sultán, la devoción hacia la virtud y el anhelo por ser agente de paz.

Adios!!!

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