Debo de darme un poco de tiempo para hablar de los dos ganadores del Nobel de Literatura y de la Paz en medio de todas las cosas que tengo que hacer. Las Academias Sueca y Noruega respectivamente han decidido otorgar estos premios congratulando a dos situaciones en cierto modo convergentes. Ambos personajes tienen un enorme compromiso político y pelean por sus ideales desde focos diferentes. Vargas Llosa desde su fina y pensada escritura, desde su compromiso periodístico y desde su muy humano interés por la política. Liu Xiaobo desde su encierro, fiel a sus ideas, sin lugar a tregua pese a las reprimendas.
Por principio de cuentas, me da mucho gusto como hispanohablante el que Mario Vargas Llosa haya sido distinguido con el Nobel de Literatura. Desde Octavio Paz en 1990, la Academia Sueca no había reconocido la riqueza del pensamiento y del ejercicio narrativo, periodístico y poético de algún hijo de la lengua cervantina. Nueva York fue el lugar en donde el peruano conoció la decisión del comité de selección de distinguirlo con el mayor premio a un opus literario individual en cualquier lengua.
El trabajo de Vargas Llosa, novelista, periodista, político y ensayista, es de valor incalculable para las letras universales, nos habla de los grandes vicios de los organismos del poder (las dictaduras, la milicia, la estructura social en general) y la forma en la cual los seres humanos reaccionan ante él, afrontando sus consecuencias en búsqueda de la libertad. Nos enseña a confrontar las acciones de estas luchas, nos amarra a la vida mostrándonos caminos diferentes, los cuales tuvieron cada uno finales diversos.
Un reconocimiento más para la prolífica generación del Boom Latinoamericano llegó el pasado jueves desde Estocolmo. Un premio para Perú, para uno de sus hijos más reconocidos, quien estuvo a punto de quemar sus naves para dirigir el destino de su pueblo. Un premio para la España que lo arropó en sus brazos tras la derrota y persecución de su rival Alberto Fujimori. Un premio que nos obliga a los lectores del mundo, sobre todo a los latinoamericanos, a conocer la obra del arequipeño con la profundidad que su agudo pensamiento merece.
Recuerdo haber leído algunas obras del maestro Vargas Llosa en mi vida. Por medio de la película de 1999 me adentre en el humor negro de "Pantaleón y las Visitadoras". Para la escuela leí "El Paraíso en la Otra Esquina", el cual recuerdo vagamente porque llegó a mi vida en unos meses bastante difíciles. Creo que era demasiado joven cuando traté de leer "La Fiesta del Chivo", lo mismo me ocurrió con "Elogio de la Madrastra" y con "La Ciudad y los Perros".
Se nos presenta la oportunidad a los jóvenes del mundo, como cada año, de conocer la obra de un intelectual ejemplar. Vargas Llosa lo es desde hace muchos años para el mundo hispanohablante, el nombramiento de la Academia Sueca sólo ha venido para confirmárselo al resto de la humanidad.
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La situación legal bajo la cual se encuentra el filósofo y activista chino Liu Xiaobo en estos momentos debe recordarnos sin duda a otro caso en el cual la Academia Noruega intervino 19 años atrás. El nombre de la política burmesa Aung Sang Suu Kyi, galardonada en 1991 en respuesta a su arraigo domiciliario por el régimen militar que hoy rige a su país, antes de las elecciones generales un año antes. Estamos hablando de seres humanos que han sido apresados en cuerpo en lucha por la libertad de sus coterráneos.
Y es que Liu Xiaobo, partícipe de los movimientos de mayor relevancia en materia de derechos humanos en su país, las protestas de Tiananmen en 1989 y la firma del manifiesto Capítulo 08 en búsqueda de la democratización de China, es considerado por el gobierno comunista de su país como el enemigo número 1 de su pueblo. Su "subversión al poder estatal" no es otra cosa sino la búsqueda por hacer respetar los derechos humanos y constitucionales más fundamentales, libertades tan básicas en las democracias como la de prensa, asociación, religión, educación y seguridad social. Fue valiente de su parte el declararse culpable del delito que se le imputa, y por el cual purga una pena de once años en prisión.
Varios líderes prodemocráticos chinos, incluida la esposa del distinguido, Liu Xin, han sido reprimidos por las fuerzas del régimen y han encontrado severas dificultades para comunicarse. De nueva cuenta, la muralla digital ha hecho de las suyas en los buscadores de red, por lo que ningún chino continental puede buscar información sobre el líder en Internet. Incluso, ha habido amenazas de ruptura diplomática entre chinos y nórdicos.
El Premio Nobel de la Paz es quizá uno de los más polémicos de los otorgados por los guardianes del legado del inventor de la dinamita. Si bien el premio de Fisiología y Medicina al biólogo inglés Robert G. Edwards, desarrollador de la fertilización in vitro, fue reclamado por la jerarquía católica y otros credos, la intención política de parte del comité sueco no me parece tan clara como la de su contraparte en Oslo.
El que el Nobel de la Paz vaya para un chino que lucha por la democracia desde adentro reconoce las necesidades de apertura democrática para el país más poblado de la Tierra. Es un reconocimiento de lucha no sólo para los prodemócratas viviendo en China, sino para todos aquellos exiliados de pensamiento que han dejado este país. Reconoce en cierta forma las luchas sociales de otras minorías como es el caso del pueblo tibetano. Reconoce la necesidad de los seres humanos de tomar posturas y resistir ante los vicios del poder que los controla.
En ese sentido, el chino y el peruano son bastante parecidos...
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