Aquí está... (En Instagram: @franzmovi) |
Hace una semana, fui a recoger mi título profesional; en un día bastante frío y nublado en Santa Fe, sana y dura costumbre invernal entre los ladrillos perfectos de mi universidad. Habían pasado dos semanas desde que me avisaron que ya podía ir a recogerlo, y pese a que papá y F.A. me había insistido que fuera de una buena vez, lo hice hasta el primer día de Febrero. Estuve ahí toda la mañana, en los brazos de mi propia añoranza de aquellos tiempos que se fueron como un reflejo sobre el agua turbia.
Ahora mismo tengo mi grado académico a mi lado, tan presente y tan magno como quien me leyera en voz alta las cartas de mi pasado inmediato; siento que se ríe de mí cuando lo observo, creo que encuentra gracioso que pese a todo el tiempo que dediqué a mi carrera universitaria, aún no encuentro los suficientes impulsos para derrochar todo lo que aprendí en 5 años de salones, compañeros, profesores, lecturas y viajes. No encuentro los motivos para comerme el mundo a grandes cucharadas soperas, habiendo tantos sabores en él; la vida pasa tan rápido y yo aquí, temiendo a los caballos inmóviles del tiovivo que pasan frente a mí como dragones enfurecidos.
De repente, cierro el gran y oscuro folder de piel que protege tan valioso y suave pedazo de pergamino, con el gesto de quien aún no termina por comenzar su historia. Es inevitable sentir que una extraña y agridulce nostalgia invade las cavidades vivas de mi corazón; extraño la Ibero, las discusiones en clase, el ir y venir de las palabras de mis maestros, el boost de energía de los cafés matutinos y el seco sonido del proyector al enfriarse; el sabor de galletas empalagando mi boca llena de ideas, las conferencias de las 11 de la mañana, los incómodos sillones de la laberíntica biblioteca, las quesadillas de la tienda del sindicato y las sacudidas del camión de regreso a casa.
Sin embargo, es imposible resistirse a volver a ver el nombramiento, las letras de mi nombre, el troquelado sobre mi fotografía y la rúbrica del Padre Rector. Cada vez que veo el escudo de mi Alma Mater, los lobos rampantes flanqueando el caldero colgante y el versículo del Evangelio de San Juan, "La Verdad Nos Hará Libres" (Jn. 8, 32), los años dorados de mi existencia invocan mi alma con toda su intensidad y su juventud: el esfuerzo y la paciencia de mi padre, sorprendido por el estribar misterioso de mis sueños; los compañeros y docentes que conocí y los amigos que aprendí a querer; los malos ratos, el stress, el hastío y la incertidumbre; exposiciones, tiempos muertos, comidas y el curso implacable del Sol; la oración de cada inicio de semestre en la capilla, el deseo de mandar todo al diablo, el respiro de alivio en las entregas de notas y el "¿ahora qué sigue?" de cada hiatus vacacional.
Doy gracias a todos los que fueron parte de esta aventura; si el destino decide que debemos encontrarnos, sólo esperen toparse con mi sonrisa, lo demás nadie lo sabe. A quienes están a mi lado, lo mejor del mundo y mi devoción eterna; espero tenerlos conmigo por muchas existencias.
Doy gracias a todos los que fueron parte de esta aventura; si el destino decide que debemos encontrarnos, sólo esperen toparse con mi sonrisa, lo demás nadie lo sabe. A quienes están a mi lado, lo mejor del mundo y mi devoción eterna; espero tenerlos conmigo por muchas existencias.
La solución a esa enorme ecuación yace a mi diestra, esperándolo todo de mí.
A pesar de todo, aún no he aprendido cómo buscar el ser feliz...
Estimado Franz, lo mejor está por venir ya lo verás: aventuras, retos, trabajos, satisfacciones, progresos, viajes, remuneraciones, etc.
ResponderEliminarYo sigo en busca de ello, no me doy por vencida. Pero eso si, quién me quita la satisfacción de tener mi título ( xo xo )
Déjame felicitarte de nuevo y desearte lo mejor porque te lo mereces. No cualquiera en estos tiempos obtiene un título universitario, créeme.
Sigue pendiente ese café, no se me olvida.
Te mando un fuerte abrazo para estos fríos infernales.
Gracias por todo y sigo esperando el café... Quizás no estoy moviendo mucho las cadenas, pero el destino llega porque llega.
EliminarTodo parece estar acomodándose pese a todo... Gracias Beto!!!
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