En la última década, escribir ha sido parte esencial de mi vida y de cómo veo el mundo; escribo cuando estoy triste, cuando estoy feliz, cuando la confusión ronda mi cabeza y cuando tengo razones para soñar. Escribo porque tengo hambre de vivir, porque la vida es extraña y no sería digestible sin tener a la mano un teclado o lápiz y papel. Desde siempre he preferido las noches para este romance tan extraño con las letras; todo comenzó en la primera vez que escribí.
Recuerdo perfectamente la primera ocasión que el impulso poético invadió mi cuerpo, una noche fría de septiembre de 2002 en la casa de mi padre en Toluca; estaba sobre mi cama, rodeado de mis viejos juguetes y con un fuerte aroma a humedad inundando mi nariz. Bajé a la planta baja y busqué un cuaderno y una pluma entre los libreros del estudio y, con una sensación desconocida recorriendo mis manos y moviendo mis labios mientras invocaban un ritmo insipiente, escribí lo siguiente:
¿Cómo puedo dormir con la frialdad del
viento?
La noche es obscura y mares están lloviendo
Ya que la mujer que yo sueño, anhelo y
quiero
Ha zarpado del puerto, la estoy perdiendo.
¿Cómo puedo dormir con esta horrible
angustia?
¡Cómo deseo volver a besar su suave
boca!
No tener esos pétalos de rosa me asusta
Muchos negreros martirios sin ella me
tocan.
¿Cómo soportaré los golpes del látigo
Que sufro por la mujer que tanto amo?
Si, te lo admito, los he enmendado
Todos los azotes que yo le he dado.
¿Cómo me pesará la daga de Dios
Que destripará mis celos y mi rencor?
¡Ya no recordaré lo que pasó entre los dos!
¡Ya me olvidaré de este vil y bello amor!
*****
Johannes Vermeer (1632 - 1675) "El Arte de la Pintura" (ca. 1666) Óleo sobre tela, 120 x 100 cm Museo de Historia del Arte, Viena |
Hoy observo aquellos versos como quien viera su inocencia reflejada en una fotografía y pienso que algo había de masoquista en mí, que algún amor mal correspondido terminaría más tarde por fosilizarse dentro de mi inconsciente. Pienso que estos pequeños e imperfectos versos siguieron teniendo eco en los escritos que hice después; eso sí, me asusta la idea de pensar que se me pudo haber ocurrido esto a la edad de catorce años.
A este poema siguieron otros, las hojas sueltas se volvieron un compilado y a éste siguieron más cuadernos que se fueron rellenando con versos de calidad variable, pero con sentimientos que al día de hoy no comprendo, que si hoy en día los volviera a sentir podrían deshacerme las entrañas nuevamente. Entonces, un buen día, llegó la preparatoria y la precoz inspiración se diluyó al hacerme de los misterios de la gran historia de la cultura occidental. Decidí cambiar la poesía por los ensayos académicos, la historia del arte me enseñó a escribir con el rigor aparato crítico y el sentido de la écfrasis.
En esta última me di cuenta que nunca había dejado de tener vena poética, que simplemente la estaba canalizando hacia otro lugar. Mi gusto como diletante del arte (y más tarde como profesional) se inclinó fuertemente hacia la pintura; al rememorar las categorías estéticas surgidas en el Renacimiento encuentro la razón, por mucho tiempo se pensó que la poesía y la pintura eran artes hermanas. Por supuesto, entiendo los discursos más allá de la simple mímesis artística, me gustan manifestaciones como el arte popular, el street art y los "nuevos medios"; comprendo los fundamentos básicos que sostienen el arte contemporáneo, incluso tengo mis momentos y artistas favoritos de todas las épocas, pero mi eterno amor siempre será todo lo que tenga que ver con pintura.
En la carrera de historia del arte también aprendí a escribir como se debe; pulí mi redacción, mejoré mi pericia para observar y me volví inmensamente autocrítico con las palabras que surgían en mi cabeza. No tardé mucho en darme cuenta que las ideas se me despejaban mejor por las noches, que prefería los días para leer, dejando las noches para escribir; lo más importante que comprendí fue lo mucho que me gustaba sentarme a redactar los trabajos con la presión de la entrega, una adrenalina inigualable que hoy recuerdo con una mezcla de deleite y pesar. Por supuesto, en aquellos años universitarios surgió este blog, el cual llevo con mucho cariño al día de hoy.
*****
Víctor Rodríguez (México D.F., 1970) "DaphneEscape" (2013) Acrílico sobre tela, 198 x 147 cm Propiedad del artista |
Quizás no he sido el mejor en mi profesión de mi generación, quizás no tengo esa capacidad para escribir una centena de cuartillas sobre el mismo objeto artístico o para formular sesudas curadurías, pero me quedo con esas habilidades que adquirí y que estoy llamado a perfeccionar con trabajo y dedicación. Al ver que no agarraba un trabajo, comencé a escribir una novela; un año después, comencé a redactar otra; en estos momentos, es lo único en lo que me siento con la suficiente confianza para volverlo mi sueño más lúcido. No es que haya descubierto tarde mi profesión, es que sólo quise darle una pausa, pero ésta ya duró demasiado y no ha tenido la oportunidad de seguir; no así el escribir, eso me va a acompañar siempre, eso no se detiene.
Elegí la noche porque el silencio me ayuda a concentrarme mejor, porque al haber menos ruido se escucha mejor la música y los sentimientos quedan aislados a merced de mis deseos. Escribo de noche porque no encuentro mejor momento para hacerlo en otra hora; sé que muchos prefieren las mañanas, no es mi estilo, no es mi costumbre. La noche me suele encontrar pleno, ya sea para pensar o para desangrarme entre palabras; en la antesala de los sueños, ahí tengo mi lugar para contar historias, para deglutir la realidad, para tratar de verla con otros ojos. Además, las noches siempre me encuentran pensando en algo nuevo para escribir; a veces me frustro al no poder hacerlo como quisiera, pero casi siempre encuentro la manera de llevarlo adelante y terminarlo.
Escribo de noche sólo para tener razones para soñar despierto y que esos sueños sean miles en quien se atreva a leerme.
Escribo de noche sólo para tener razones para soñar despierto y que esos sueños sean miles en quien se atreva a leerme.
No sòlo para dormir es la noche, al igual que tù, cuando todos duermen,los ruidos provienen de otros espacios, mi casa, de las mas antiguas de la ciudad, parece estirarse, haciendo que los muros truenen, las sillas rechinen y entre tanto, las historias salgan.
ResponderEliminarNunca lo había pensado así, que las historias salgan de esa manera, pero puede que sea cierto. Yo disfruto ese silencio...
Eliminar