Y cumplí mi deseo, regresé a la Plaza San Francisco... (Síganme en Instagram: @franzmovi |
Me encanta La Habana, ciudad de contrastes con el sabor criollo de todas las grandes capitales de América Latina; ciudad tan española, tan de América y tan del Caribe, ciudad crisol de nuestro esplendor latino. Pocas urbes como el antiguo puerto de paso de la España colonial con sus cuatro imponentes fuertes; tan valiosa era esta perla para nuestros colonizadores que, al perder su control ante los marinos ingleses en 1762, cedieron la Florida para recuperarla once meses después.
Hoy en día, pareciera que cientos de cubanos buscan tesoros con desesperación en el territorio perdido; balsas desde La Habana hacia Miami, una extraña (in)justicia poética donde el viejo premio se ha vuelto un trueque entre una amada Patria amortajada y la dulce sensación de huérfana libertad. La discordia es la misma, sus formas son diferentes, el deseo de buscar mejores oportunidades de todo tipo y horizontes menos estrechos para trascender es el motor de todos aquellos deseos.
Porque en La Habana y en el resto de Cuba, desde Pinar del Río hasta Santiago, las cosas van en slow motion. La ciudad que la Revolución descuidó por décadas se renueva con el auxilio de la inversión foránea y el esfuerzo apasionado de los patrimonialistas locales y americanistas de todo el mundo, pero siguen existiendo lugares en ruinas esperando el esplendor perdido, con la inquietante paciencia de las historias que entre sus muros se gestaron.
La primera vez que estuve por aquí, hace tres años, perdí la cuenta del número de sitios que se han convertido en paisajes de Caspar David Friedrich encerrados entre las calles oscuras, la humedad selvática y el bloqueo americano; antiguas casonas y salones que hoy sólo existen en los sueños y las reconstrucciones de restauradores y arqueólogos, suertes de parques de esparcimiento en donde hubo fastuosos bailes y entretenimientos.
En cuestión de capitales culturales, esta isla va por delante de muchos países en América: música, danza, artes plásticas, incluso cine. La gente es educada y culta pese a los obstáculos de la ideología y la comunicación; la forma de ser de esta sociedad, alegre y llena de vitalidad, sigue sorprendiéndome. Ya sea que veamos el espectáculo del Tropicana o una producción del Ballet Nacional; ya sea que escuchemos "El Cuarto de Tula" en la Bodeguita del Medio o un tema de Silvio Rodríguez mirando la luna desde el Malecón, siempre podremos encontrar rincón en nuestro corazón para este lugar.
Como siempre, peco de inocente, Cuba es muy complejo y tiene demasiadas sobras destiñendo su luz, pero en esa actitud radican mis esperanzas y mi admiración hacia ese caribeño pedacito de mundo.
Hotel Nacional de Cuba
Habitación 267, Julio 24 de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios son muy importantes. Recuerda que los arcángeles siempre te escucharán. Déjame tus comentarios. Yo siempre contesto...