¿Qué pasaría si EPN estuviera ausente? (redpolítica.mx) |
Hace una semana, el pasado 31 de julio, el presidente Enrique Peña Nieto fue sometido a cirugía para extirparle un nódulo en la glándula tiroides en el Hospital Central Militar de la Ciudad de México. A pesar de que en las redes sociales se quiso hacer mofa y conspiración de esta intervención quirúrgica, no faltaron los menos apasionados que se preocuparon por dos cuestiones, una meramente constitucional y otra enfocada hacia la cultura de transparencia.
Por un lado, tenemos el asunto de la ausencia de la figura del Primer Mandatario dentro de la vida pública del país que se refleja en una laguna constitucional. El primer ejemplo que me viene a la mente es el de los Estados Unidos, país que a partir de 1967 exige un protocolo de transmisión de mando hacia el Vicepresidente cuando las capacidades físicas del titular no le permiten ejercer el mando. Antes de esta reforma constitucional, los padecimientos físicos de los mandatarios norteamericanos eran omitidos, incluso escondidos, para no poner en crisis el orden de precedencia del poder; por ejemplo, Humbert Humphrey no tomó de forma oficial el puesto como interino cuando Lyndon Johnson se encontraba convaleciente por su colecistectomía. Años después, debido a la modificación, Dick Cheney fue presidente interino en dos ocasiones por unas cuantas horas mientras George W. Bush estaba bajo sedante en el quirófano.
A muchos les parecerá una nimiedad, como el periodo de las primeras horas del 1º de Diciembre de cada seis años entre el final de mandato del presidente saliente y la toma de posesión del nuevo mandatario, pero éste no es necesariamente el caso. En caso de que el presidente tuviera una operación más delicada y postrante, sería necesario que alguien tomara el cargo presidencial hasta que el titular estuviera en condiciones óptimas para ejercer sus funciones. Por supuesto, estoy pensando en Miguel Ángel Osorio Chong, el Secretario de Gobernación; los demás miembros del gabinete y el Congreso se seguirán cosiendo aparte.
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Pongamos sobre la mesa una historia hipotética, no para el deleite de antipeñistas y pejezombies, más bien para ilustrar qué pasaría si a nuestro presidencialismo político le faltara la punta de la pirámide. Recordemos, antes que nada, que el Artículo 84 de la Constitución sólo contempla la falta absoluta del presidente, más no la temporal. Imaginemos que mañana el presidente estuviera indispuesto a realizar sus funciones por enfermedad, ya fuese consecuencia de un coma inducido por un derrame cerebral o por un infarto al corazón; cualquier razón es válida, sólo estamos especulando, no vayan a buscarle intenciones asesinas a este texto. Aurelio Nuño, el Jefe de la Oficina del Presidente, anuncia que EPN deberá reposar por instrucción médica en Los Pinos por espacio de varias semanas, por lo que el Congreso de la Unión deberá nombrar a un presidente interino para ese tiempo.
Se convoca a Sesión Conjunta de emergencia en San Lázaro, pero no faltan las divisiones entre los legisladores; si la Carta Magna no contempla qué hacer en caso de esta emergencia, mucho menos el mentado Pacto por México, ¡cuchillos afuera!. Mientras nuestros representantes no se ponen de acuerdo con quién será el sustituto, incluso hierven las calles con aires de coup d'Etat; ¿a quién deberán obedecer el Ejército y la Armada?, ¿quién daría la cara si llegara a haber una invasión al país? Cuando le operaron su hernia a Vicente Fox en 2003, no ocurrió nada relevante mientras se ausentó. Si Fausto Vallejo se ausenta por cuestiones de salud mientras Michoacán arde bajo las llamas de la violencia, en el país igual y no pasa nada si el presidente está ausente por un rato.
En este caso, para evitar escándalos que ahora sólo son onanismos mentales de este redactor, sería mejor que hubiera un orden de precedencia como el que Estados Unidos estableció hace cuarenta y cinco años; ya sea que Osorio Chong haga juramento y cuide la silla o que la Cámara de Senadores se haga cargo de las funciones del Ejecutivo, se esperaría de una democracia, por muy defectuosa que sea, no contemple vacíos de ese estilo en sus leyes orgánicas.
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¿Y la salud del presidente qué? Me parece una barbaridad que los mexicanos no tengamos derecho a conocer el estado de salud de nuestro gobernante más importante. De acuerdo con el IFAI, el expediente clínico de Peña Nieto está protegido bajo la Ley de Datos Personales, por lo que los periodistas que solicitaron tal información se quedaron con la duda quemándole los dedos. Por supuesto, debe saltar a nuestra memoria el caso de Hugo Chávez en Venezuela, cuyos detalles de su salud fue ocultada en secreto hermético hasta su fallecimiento, causando la consternación de la comunidad internacional y una ola de especulaciones que terminó por enturbiar aún más la vida pública del país bolivariano.
Sin embargo, la transparencia en los informes de la salud de los jefes de Estado de nuestros países siguen siendo meros esfuerzos aislados producto de la voluntad individual de algunos individuos. En Colombia, Juan Manuel Santos presentó todo su expediente médico para enterrar rumores sobre su salud tras una operación de próstata. En Chile, un candidato presidencial, Pablo Longueira, renunció a sus aspiraciones después de reflexionar sobre un cuadro depresivo, el cual no le permitiría ejercer su cargo en plenitud mental. Incluso en Estados Unidos se escucharon críticas hacia John McCain, ex-candidato republicano a la Casa Blanca, que alegaban que el Senador de Arizona tenía una salud demasiado frágil para ser líder de la Unión Americana.
Mientras tanto, en México nos inquietamos más por la supuesta cortina de humo que significó la cirugía de EPN para la redacción de la propuesta de una Reforma Energética con aires turbios de privatización, que por la salud del presidente de México en sí. La última vez que una periodista cuestionó la salud física y mental de un mandatario, la sola acción fue un detonante para que el sistema la sacara, por enésima vez, de los medios; aquel mitote es más que conocido y fue producto de la falta de transparencia sobre el estado de salud del presidente.
Pienso que éste no debería ser un tema a discutir, pero hay muchas cosas que son evanescentes en el sistema político mexicano. Si Wikileaks o Edward Snowden nos hicieran el favorcito, se nos arma la guerra contra el ciberterrorismo.
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