El día de ayer, Rafael Acosta "Juanito", delegado electo de la delegación Iztapalapa, confirmó lo que pocos ya esperaban, dimitir a su cargo (pedir licencia, en la jerga política), para dejar a Clara Brugada como delegada de Iztapalapa. Aquí cinco puntos sobre esta telenovela que terminó, con final de tragedia clásica, en un chafísima deus ex maquina.
- Rafael Acosta "Juanito" es un personaje ideal para ejemplificar la terrible decadencia de la vena izquierdista mexicana. Su lanzamiento como candidato por el PT a delegado de Iztapalapa pretendió tener un fin maquiavélico desde el principio: Llevar a una candidata, Clara Brugada, desplazada al poder pese a las imposiciones de su partido, el PRD, y los intereses de individuales miembros de éste. Detrás de esto, la pesada figura de Andrés Manuel López Obrador, quien como los galos de Asterix y Obelix, resiste en un pequeño feudo que es en sí una poción mágica debido a su número de habitantes, extensión y presupuesto.
- El corrompimiento de la figura política del "Peje", dramáticamente marcado desde la derrota presidencial de 2006, ha llevado a su movimiento a apegarse a cualquier recurso que le ayude a sostener su cada vez más decaída figura. La convocatoria popular que Obrador convoca ya no es suficiente para que tenga un resurgimiento en vistas a las próximas elecciones federales. Como sea, Iztapalapa y Juanito ha vuelto a poner en boca popular al movimiento obradorista, envolviéndolo más en controversia, y demostrando una vez más el perfil priísta y egocentrista del tabasqueño.
- La folklórica y chistosa personalidad de Juanito, con sus marcadísimas contradicciones y excentricidades (los trajes de marca usados con su emblemática bandita tricolor de la cabeza), ha demostrado lo difícil que puede ser para una persona como él, de origen humilde y con intereses sociales originados en la vivencia propia, el tomar las riendas de un gobierno. Las intenciones de cualquiera pueden ser buenas, pero la preparación es algo importantísimo para ejercer labor de Estado, y tener a Acosta, quien apenas cursó la educación primaria, a la cabeza de una de las delegaciones más conflictivas y problemáticas del Distrito Federal, significa desenvainar la espada de Damocles.
- No me creí, como la mayoría, los motivos de salud que Juanito argumentó para finalmente dejar a Brugada las riendas de Iztapalapa. La forma de proceder de Rafael Acosta a lo largo de las semanas posteriores a su ratificación como ganador de la elección del pasado Julio fue subversiva ante López Obrador. Juanito habló de sus intenciones de gobernar, de conciliar con los otros partido, e incluso, de buscar la candidatura para jefe de gobierno del Distrito Federal en el 2012. Juanito actuó como un nuevo rico, que gastó y gastó, y que nunca previó las consecuencias de sus actos, como revelarse ante al aún poderoso líder social que lo destapó. Acosta quedó ante los medios y ante los habitantes de Iztapalapa como un "rajón", como un cobarde, como un sumiso que pudo debilitar (era la apuesta de los otros partidos) a la resistencia política de López Obrador.
- ¿Cuál es la lectura que se le puede dar a la sumisión de Juanito? Al parecer, Marcelo Ebrard, jefe de gobierno de la capital y probable candidato a la presidencia, no le conviene hacer las cosas mal en Iztapalapa, y ha exigido a Juanito hacerse a un lado. La delegación que más votos proporciona del Distrito Federal puede ser para Ebrard, como para AMLO, una panacea poderosa en su futura odisea, y puede ser también un punto de reconciliación con el político tabasqueño. Por si fuera poco, el presupuesto que capta esta delegación es un botín político que historicamente ha sido disputado sin cuartel en cada elección, y con este turbio movimiento, Ebrard busca amarrar frutos provenientes de éste, que le permitan competir contra el poderosísimo aparato de marketing alrededor del "presidenciable" más fuerte del momento, el gobernador priísta del vecino Estado de México, Enrique Peña Nieto.
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