Cuajimalpa, D.F., Agosto 31 de 2009
Mi mundo bosteza ante la frialdad de mis pasos, ante la sequedad de mi boca, ante el catalejo evanescente de mi mirada. El cielo se desvanece con sus azules silencios y sus blancos versos, su renacimiento esplendoroso me parece lejano.
Los muros encarnan ciudades de fieles ciegos, mudos conversos, iniciando pequeños incendios de atardecer, ensordecidos de ruido. Sobrevuelan mi cabeza pájaros suicidas de agua, místicos guerreros de luz, anacoretas de la moda, vientos de cambio, blasfemias ensordecidas de urbe terrestre.
Humo y muerte se transforman en mi tentación viviente, mis labios se empiedran con una piel impaciente... Una lágrima ácida aún implora a mis sentidos para encontrarte...
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