octubre 14, 2009

De luces futboleras y apagones sindicales...

Ayer por la tarde compré, como suelo hacerlo todos los martes, el periódico deportivo Record para leer las opiniones de sus editorialistas más destacados (el martes se dedica primordialmente a las opiniones). En la columna del ex-futbolista Luis García (delantero prolífico de finales de los ochentas y la gran parte de los noventas) se recalcó la odisea que costó a la Selección Mexicana de Futbol calificar al próximo mundial de la especialidad en Sudáfrica el año que viene, pero también se cuestiona el horario en el cual se jugó el partido que valió el pase, contra El Salvador, en casa, el sábado pasado a las 5 de la tarde. Esto último no se debió a problemas clásicos de partidos de futbol como comodidad o clima, sino más bien a algo que ocurrió algunas horas después, tras la celebración de la gente: La toma de las instalaciones de la Compañía de Luz y Fuerza por la Policía Federal.

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Pero vamos por partes, antes que nada, quisiera hablar de la calificación del Tri, que ganó un muy irregular partido por marcador de 4-1. El primer tiempo fue de Ripley, con el caso del panal de abejas que se coló en el Estadio Azteca, precedido por aburridísimos 43 minutos, que hicieron extrañar a los insectos, y que se tradujeron en un pálido 1-0 conseguido por un infantil autogol. Para el segundo tiempo, el equipo verde demostró mucha más actitud, aunque siguió errático en los primeros veinte minutos. Fue una genialidad lograda entre Cuauhtémoc Blanco, Guille Franco y Carlos Vela, definida magistralmente por el primero, la que suavizó el panorama y abrió el camino hacia la goleada. Francisco Palencia, con un bombazo a la escuadra, puso el 3-0. El cuzcatleco Julio Martínez, con cooperación del portero Guillermo Ochoa, puso el del honor para su equipo, pero también con pifia incluida, minutos después, Carlos Vela empujó el 4-1 definitivo.

En base a paciencia y disciplina, el representativo mexicano dirigido por Javier Aguirre amarró, como se esperaba, el pase al mundial de Sudáfrica. Con Blanco como responsable principal del resurgimiento del Tri, en el papel estelar, con la serenidad, más no brillantez, de los jugadores "europeos", con el cada vez más sólido binomio de medios formado por Torrado y Castro, y con el enorme momento que pasa un plurifuncional como Efraín Juárez, el panorama se ve prometedor, aunque la delantera aún tiene cosas por mejorar, y los detalles que se mejoren en la defensa son siempre bienvenidos. Soy de la opinión de que muchos jugadores que no estuvieron siquiera en la convocatoria de este y otros juegos merecen estar vistiendo la playera verde, pero al parecer el pragmatismo le ha dado la razón al técnico nacional.

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Mientras la Ciudad de México y otras plazas del país celebraban el pase, un plan maquiavélico se empezaba a llevar a cabo, una misión estrategicamente planeada para la noche del sábado pasado (el lunes en clase, una maestra fue enfática en eso), entre tanto brinco y fiesta. Elementos de la Policía Federal tomaron las instalaciones de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, organismo paraestatal que prestaba servicio eléctrico a cinco estados de la República Mexicana (el Distrito Federal, el Estado de México, Hidalgo, Puebla y Morelos). En la primera hora del día domingo, el presidente Felipe Calderón expidió el decreto de desaparición de la empresa y la liquidación de todos sus trabajadores, y dio un mensaje televisivo por la noche. El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se había movido días atrás en demanda de mejores salarios y prestaciones, y ahora, tras la cortante determinación, busca defensa legal. Las polarizaciones no se dejaron esperar: Mientras la desaparición ha sido defendida por el gobierno en toda clase de medios y celebrada por empresarios, Andrés Manuel López Obrador, líder aún (pese a todo) de la izquierda mexicana, y otros sindicatos (quizá viendo la amenaza) se han levantando defendiendo a los electricistas. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) se quedará a cargo de los servicios que incumbían a la ahora extinta paraestatal.

Es muy delicado el tema de la liquidación de Luz y Fuerza (desconozco el aspecto jurídico de legalidad, quizá porque no se ha informado en los medios lo suficiente, aunque esto no es nuevo, sobre todo en los años panistas), debido a la cantidad de trabajadores y jubilados que tenía. Estamos hablando de un lastre que el gobierno federal ha cortado por lozano debido a las precarias condiciones de la crisis mundial. Esta empresa tenía un enorme gasto de erario (especialmente por los gastos de jubilados) y un enorme desperdicio eléctrico, además de un lodazal de corrupción e ineficacia. Con este movimiento político, la posición del SME se vuelve mucho muy incómoda, debido a que desde siempre ha sido "uña y mugre" de LyFC (de ahí que sus oficinas se encuentren por lo regular juntas, ejemplo que conozco es la división de Toluca). Para mí, es un ejemplo del poder que tienen las asociaciones de trabajadores, fomentadas en parte por la poca capacidad de los gobiernos priístas en el siglo pasado (antes arreglo que huelga). El charrismo mexicano va a estar presente de nuevo, no dudo que el líder del SME, Martín Esparza, pese al aura que le va a dar AMLO, vaya a ceder ante el gobierno federal por unas cuantas "monedas" (un cañonazo de a varios ceros, pues).

Esto me hace pensar en la revista Milenio Diario que vi en la tarde que compré el periódico: decía algo en portada sobre "la casta sagrada" que era el SME. Nos habla del carácter de "intocables" que éste y muchos sindicatos tienen hoy en México: los gremios petroleros, mineros, de salud, y sobre todo el de maestros. En esta arista, desafortunadamente, los intocables no son los trabajadores, sino sus líderes (Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, Napito Gómez Urritia) y allegados, verdaderos cánceres de una nación que sufre ya los estragos de muchas malarias.

Los sindicatos nacieron del derecho de los trabajadores a tener una voz que los defendiera de los abusos patronales. Pero la historia sindical mexicana nos indica que el poder y el líder sindical han ido mucho tiempo de la mano, debido a que los temores a las huelgas son aún muy grandes (las matanzas de Cananea y Río Blanco, a inicios del siglo XX, pesaron mucho en los gobiernos priístas). Por otro lado, me angustia a veces la confianza ciega que los sindicalizados pueden tener hacia su líder gremial, quien en gran mayoría de las veces no se tienta el corazón al mostrar que "la revolución sí le hizo justicia" (Recordemos los relojitos de Romero Deschamps, y mencionemos, sólo eso, las carnicerías al rostro de Elba Esther, ¡¡¡Ahi nanita!!!)

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En mi familia, el padre y los hermanos de mi madre trabajaron desde muy jóvenes en Luz y Fuerza, y tuvieron muy buenas posiciones en el SME, llegando a jubilarse. El apego que existe entre compañeros, como en muchos sindicatos, es casi de hermanos. Cuando mi padrino (q.e.p.d.) murió, mi casa recibió a mucha gente de la división Toluca para dar el pésame a mi familia. La camaradería gremial sindical, vista desde mis ojos cuando niño, me parecía algo inquebrantable, aunque también llena de rencores y enemistades, "amiguismos", luchas por poder y puñaladas traperas. Sé que mi percepción es romántica e inocente, pero me da un panorama del lado humano que el gobierno de Calderón ha sacrificado, al estilo azteca, para el sano curso de la historia que vendrá para los mexicanos. Los trabajadores eléctricos de LyFC, tan divergentes en pensamiento y tan iguales en condición, perderán en mucho su razón de vivir, como al niño al que le arrebatan sus juguetes. Es de esperarse siempre que un niño se vuelva un joven adulto y deje el hogar paterno para escribir su propia historia, pero cuando este camino es cortado de repente, la angustia puede ser más fuerte que la razón, y los tiempos son cada vez más difíciles. Para bien y para mal, muchos de los viejos errores del viejo régimen comienzan a extinguirse...

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