diciembre 22, 2010

De Marisela, el Jefe Diego y mi fiebre...*

Desde el fin de semana he estado pensando en la siguiente entrada de este blog, pero no he tenido energías para realizarla debido a una fiebre que me mantuvo ocupado el domingo y el lunes. Me he dedicado más a leer los libros que no había podido terminar en el semestre, y no he encontrado la forma de hablar de un disco de mi Top 20 de favoritos. Pero no importa ya, no puedo mantenerme en silencio demasiado tiempo.

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Ni tampoco puede callarse la injusticia a la castigada Ciudad Juárez tras el asesinato de Marisela Escobedo Ortíz, quien se manifestaba desde varios días atrás frente a las oficinas del gobernador de esa urbe en reclamo de JUSTICIA por el asesinato de su hija a manos de su novio, quien tras confesar su crimen y llevar a la autoridad ante el cuerpo desmembrado de su víctima, fue absuelto por falta de pruebas por el poder judicial estatal. Según las pruebas que se tienen sobre el atentado, un grupo de sicarios en un automóvil se dirigieron hacia ella para ultimarla con un disparo a la cabeza. Pese a que la luchadora social ejerció resistencia, fue inútil. Se presume que el novio pertenece a una célula de sicarios asociada con el Cártel de Juárez.

Lo más indignante de este asunto son las preguntas que surgen después de que todo ya ha ocurrido y no tiene ya remedio: ¿Por qué dejaron libre al asesino?, ¿Quién protegía a Marisela como manifestante?, ¿Dónde rayos tenía su cabeza el alcalde de la ciudad?, ¿Es ésta otra cabeza de la aparentemente inmortal hidra que carcome Ciudad Juárez?, ¿Podremos hablar algún día de JUSTICIA para este lugar?, ¿Qué es lo que le falta a la frontera para poder dormir un día sin muertos y mujeres desaparecidas? Me quedó muy presente algún comentario que leí en alguna parte, exigiendo Cascos Azules para pacificar el lugar.

Las asociaciones civiles han hecho ya, vía redes sociales, convocatorias para actos masivos que exigan JUSTICIA a las autoridades de Ciudad Juárez. Es necesario que no se olvide, la memoria de miles de mujeres asesinadas es un lastre que la sociedad mexicana debe estar cansada de cargar. La muerte de Marisela González es una más, pero que duele diferente porque terminó refrescando con su sangre la putrefacción de la impunidad.

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Luciendo una barba digna de cualquier patriarca ortodoxo, con muchas señas de maltrato y mirada perdida, por fin fue entregado a su familia el político Diego Fernández de Cevallos, quien fue secuestrado en Mayo de este año. Recordemos que este abogado fue candidato del PAN a la presidencia del país en 1994, además de que ha sido una de las figuras más influyentes en la política mexicana desde hace cuatro sexenios.

El regreso de Fernández de Cevallos a la vida pública es muy importante debido a que su partido recupera a uno de sus miembros más importantes para negociar acuerdos dentro del Congreso. Los mexicanos que seguimos la política sabemos que su figura siempre tiene peso a la hora de las opiniones sobre los problemas del país, además de que ha sido siempre controvertido debido a su labor litigante y a sus poderosas amistades.

Sin embargo, también hay que reflexionar sobre aquellos que lo mantuvieron secuestrado por siete meses. Quienes quiera que sean, deben ser personas con increíble alcance, capaces de cualquier cosa, seguros de lo que quieren. El hecho de que hayan capturado a un personaje de tan amplia envergadura nos indica una asociación criminal que ha reafirmado su poder en el país.

*Créditos Fotográficos: AP Photo / Claudio Cruz y Raymundo Ruíz

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