Hey Jules, everybody wants you... (Reuters) |
En una época histórica como la nuestra, tener escondido bajo tu comedor a un personaje como Julian Assange es una decisión controversial, te puede traer un número enorme de problemas y de simpatías a la vez. Ecuador ha decidido jugársela con el hacker y ciberactivista australiano fundador de WikiLeaks, acusado por Suecia de haber cometido cuatro delitos sexuales. En la mañana del día de hoy, el presidente Rafael Correa decidió otorgarle asilo político, lo cual significaría que Assange tendría protección de todo tipo en territorio ecuatoriano.
Pero existe un problema por todos conocido: desde hace siete semanas, Assange está refugiado en la Embajada del país sudamericano en el Reino Unido, ubicada en el londinense barrio de Knightsbridge, al centro de la capital inglesa. El derecho internacional otorga inmunidad a todos los recintos diplomáticos, así como a sus trabajadores; sin embargo, la ley británica otorga a sus policías la posibilidad de revocar estas prerrogativas, lo cual abriría un resquicio para detener al australiano. El gobierno que encabeza David Cameron, quien en este momento disfruta sus vacaciones en España, ha declarado su intención absoluta de no dar el salvoconducto para dejarlo salir de sus terruños.
Knightsbridge está convertido en un crisol de activistas, policías y curiosos, amén de que la embajada no cuenta con estacionamiento desde el cual Julian Assange pueda abordar un automóvil diplomático, y las otras opciones van desde meterlo en una valija (imagino que con un tanque de oxígeno) hasta la de nombrarlo "representante ante las Naciones Unidas". En cuanto el fundador de WikiLeaks salga del auto de la embajada, podría ser detenido, y cualquier bulto voluminoso que salga de la representación será sospechoso. Todo indica que Assange hará otoño en la embajada, al menos que algo de película ocurra en las siguientes horas.
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La detención de Julian Assange de parte de las autoridades británicas llevaría de primera instancia a su extradición a Suecia, donde debería ser interrogado por los delitos que se le imputan; aún no hay cargos en su contra, pero todo este teatro legal suena a pretexto para que Estados Unidos lo solicite al gobierno sueco y lo extradite a su país. En la Unión Americana, Assange podría ser juzgado en un tribunal militar, lo cual implica una posible condena a muerte; desde la Segunda Guerra Mundial, los americanos no han montado un marco legal parecido para impartir justicia a un extranjero.
WikiLeaks, enemigo digital número uno para la CIA y para el gobierno de Barack Obama, ha sido una de las sociedades informáticas más controvertidas de nuestra historia reciente, al revelar los secretos de Estado de las principales naciones del mundo, ha cambiado para siempre la manera de ver los aparatos de inteligencia y de hacer diplomacia. Gracias a los "cables" que han divulgado, el mundo aspira a una mayor libertad de expresión y de información; se abrió una política global sin secretos ni hipocresías, donde el poder ha perdido su derecho inapelable a la discreción.
Mientras los americanos lo ven como un ciberterrorista que debe ser perseguido y los británicos desean imponer su abolengo de policía mundial para detenerlo, Ecuador (y sus salerosos aliados) se han levantado contra las potencias y han abrazado la lucha de Assange, alegando un complot en contra de su persona y que sus derechos procesales y de defensa legal han sido obstaculizados.
Por ahora, nada se mueve en la embajada de Ecuador, pero con cualquier pétalo de rosa que llegara a entrar o salir de sus muros, se podría liberar un conflicto diplomático de troyanas proporciones.
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