noviembre 17, 2012

Recuerdo Borroso #6: El consejo de una mujer judía para mi abuelo paterno

Quentin Massys (ca. 1466 - 1530)
"El Cambista y Su Mujer" (1514)
Óleo sobre tabla, 71 x 64 cm
Museo de Louvre, París

Me inquieta sobremanera el Buen Fin; no había visto en mucho tiempo a las empresas tan desesperadas por vender productos en tiempos tan turbios, no sé si atribuirlo a la incertidumbre económica del cambio de gobierno (y lo que en antaño solía traer consigo) o a la simple moda fabricada del Black Friday norteamericano a la mexicana. Seguramente, las plazas comerciales de toda la Ciudad de México van a estar a reventar y los restaurantes estarán insufribles; me dirán amargado, pero les pregunto: ¿Soy yo el único que no tiene la menor intensión de gastarse su quincena endeudándose con un consumismo que en verdad no necesita?.

No sé la respuesta a esa pregunta, y no debería de interesarme, ya que cada quien hace con su dinero lo que le viene en gana. Sin embargo, quiero recordar y compartir con ustedes un poco de la sabiduría financiera de mi padre, para introducirlos en una historia familiar de mi abuela paterna. Mi padre siempre ha sido una persona de hábitos muy rígidos en cuestiones de dinero y se ha preocupado de que sus hijos tengamos presentes sus consejos. Papá nunca compra cosas en mensualidades, ya que pese a que no tiene problemas de solvencia, él suele decir que el futuro es demasiado incierto para ponerlo en apuesta y que los embrollos de dinero son los peores que se pueden tener. En resumen, ya sea que adquieras un disco, una televisión, un viaje o una casa, lo mejor es que la compres de una sola sentada.

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Cuando mi padre compró su primera casa, la que al día de hoy posee en Toluca, fue a crédito; lo tremendo del asunto fue que le tocaron los durísimos tiempos del Error de Diciembre, razón por la cual se vio obligado a reestructurar su deuda, con lo cual terminó pagando el doble del verdadero valor de la propiedad. Ésa es la razón por la cual él no ha querido vender esa propiedad, parte como un recordatorio de lo tortuosas que fueron esas épocas, parte por el agridulce esfuerzo que le solicitó tener ese patrimonio para el futuro. Tiempos mejores esperaban en los siguientes años, la casa de Toluca aún guarda muchos lindos recuerdos de mi infancia, cuando la Ciudad de México era un mastodonte oscuro y peligroso al cual tendríamos que aventurarnos años después.

Muchos años después, tuve la posibilidad de hablar de mi abuela paterna sobre los tiempos de la infancia de mi papá y sus hermanos, y por alguna razón hilé esos hábitos económicos dentro de la entraña familiar. Cuando mis abuelos llegaron desde el Istmo a buscarse el pan y la cebolla en la Ciudad de México a principios de los años 60's, mi abuela llevaba a su vientre al niño que sería mi padre; gracias a la merced de una acaudalada familia judía, los Moreno se establecieron como porteros en un edificio habitacional en la calle de Amatlán, en la colonia Condesa. Mientras mi abuelo (Q.E.P.D.) se encargaba del mantenimiento y de las necesidades de los inquilinos, mi abuela realizaba la limpieza de las áreas comunes y cuidaba a sus pequeños; seis de los ocho hijos de la familia nacerían en el Distrito Federal.

Entre las tantas obligaciones que tenía mi abuelo para con sus patrones, estaba la de auxiliar a la madre de uno de ellos, una señora bastante mayor, que como gran parte de la comunidad judía de la época, había huido con lo justo de las garras de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial para encontrar un nuevo hogar aquí en México. Mi abuela suele decir que aquella dama tenía un castellano con mucho acento y bastante limitado, pero que siempre le daba consejos a mi abuelo cada vez que lo veía; uno de ellos tiene que ver con la milenaria tradición judía del ahorro, y yo la he adoptado de buena gana para mi incipiente camino. La frase era más o menos la siguiente:

"Mire, cuando a usted le den cuatro monedas, guarde tres y gaste una".

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Ojalá tuviera mucho más tiempo y disposición para platicar con mi abuela sobre la historia familiar; conozco relativamente poco y de lo que sé, tengo muchísimas preguntas. No sé a ciencia cierta si toda la historia que acabo de contarles es absolutamente verosímil o tiene un poquito de mi inventiva literaria. Lo que tengo certero y rescato es la frase de aquella señora, creo que a mis abuelos debió significarles mucho para que mi abuela aún la recuerde. Un buen día, aquella familia judía instaló una fábrica de tablaroca cerca de la localidad de Santa Juanita de Santiago Tlacotepec, al este de Toluca, cercana al Parque Industrial; mi abuelo era requerido por su patrón para ir a laborar por allá, y con esto comenzó otra etapa del destino familiar. Eran ya los años 70's, los Moreno comenzaban otro camino en su devenir.

Mientras en muchas partes de México, el Buen Fin endeuda las carteras de miles de mexicanos, yo sólo pienso en las cosas que en verdad necesito: la batería nueva para mi computadora, la caja de Ursofalk que me urge, el tabaco y la hidratación para la semana; cafés con mis amigas y lo que venga surgiendo para mejorar mis clases. Nunca he sido demasiado bailado para cuestiones de gastar y gano demasiado poco como para andar derrochándolo en nimiedades.

Los caprichos que quería adquirir los compré con la quincena pasada. No podían esperar...


Quítenmelo, que me lo gasto...

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