Ella notaba en seguida cuándo se producía en mí un cambio, una confusión o una renovación. Me parecía que los sueños que yo tenía al dormir eran inspiraciones suyas. Muchas veces se lo contaba y le resultaban comprensibles y naturales; no había dificultades que ella no siguiera con su clara intuición. Durante un tiempo tuve sueños que eran como reproducciones de nuestras conversaciones del día. Soñaba que todo el mundo estaba revolucionado y que yo, solo o con Demian, esperaba tenso el gran destino. Este permanecería oculto pero llevaba los rasgos de Frau Eva: ser elegido o rechazado por ella era el destino.A veces me decía sonriente:- No es ese todo su sueño, Sinclair. Ha olvidado usted lo mejor.Y, en efecto, solía recordar entonces nuevos fragmentos de mi sueño, sin acertar a explicarme cómo podía haberlos olvidado.En ocasiones me sentía descontento y atormentado de deseos. Creía no poder soportar ya por más tiempo tenerla a mi lado sin estrecharla entre mis brazos. También esto lo advirtió ella en seguida y al verme llegar una tarde a su casa, agitado y confuso, después de varios días de retraimiento y me dijo:- No debe usted entregarse a deseos en los que no cree. Sé lo que usted desea. Tiene usted que abandonarlos o desearlos de verdad y por entero. Cuando llegue usted a pedir llevando en sí la plena seguridad de lograr su deseo, la demanda y la satisfacción coincidirán en un solo instante. Pero usted desea y se reprocha, temeroso, sus deseos. Tiene usted que dominar todo eso. Voy a contarle una conseja.Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía, o creía saber, que una estrella no puede ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en una estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando su estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dio unos pasos hacia adelante y lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la plaza destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.- El amor no se debe pedir - continuó -, ni exigir tampoco. ha de tener la fuerza de llegar en sí mismo a la certeza, y entonces atrae ya en lugar de ser expelido. Sinclair, su amor es ahora atraido por mí. Cuando llegue a atraerme, entonces acudiré. No quiero hacer un regalo, quiero ser ganada.
Hermann Hesse (1877 - 1962) fue un escritor suizo nacido en Alemania, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1946. Hijo de una familia de misioneros cristianos, Hesse tuvo una sólida formación religiosa, la cual se vio reforzada con textos teológicos, de mitología clásica y literatura romántica alemana. Comenzó a escribir hacia inicios del siglo XX, lo cual coincide con su matrimonio y con un viaje a Oriente.
Asistió prisioneros durante la Primera Guerra Mundial, lo cual lo dejó en una severa crisis existencial, aunada a la muerte de su padre y a sus problemas familiares. Es en este momento que asiste al consultorio de Carl Gustav Jung, en donde logra desatar su creatividad; es en este momento en el que escribió Demián, editado bajo el seudónimo del personaje principal, Emil Sinclair, en 1919.
Hace dos semanas, me prestaron este libro, el cual he devorado en cuatro sesiones. En el séptimo capítulo, me encontré con las conversaciones de Sinclair con la madre de Demian, Eva. El libro ya me había marcado antes de llegar a este fragmento, el cual reproduzco íntegro; ver la evolución del pensamiento y el carácter de Sinclair me coloca en mi situación personal, donde tengo que despertar a la vida y cuestionarme a mí mismo en búsqueda de mi crecimiento. Aquí se habla del amor, pero también describe otra clase de deseos, en los cuales lo más importante debe ser el estar convencido.
Sin duda, no me vendría mal conocer a alguien con la historia, la madurez y la seguridad de Max Demián.
Hesse, Hermann. Demian / Siddhartha, México, Colección "Sepan Cuantos...", Editorial Porrúa, 2001. pp. 96-97. ISBN 970-07-0626-5.
Hesse, Hermann. Demian / Siddhartha, México, Colección "Sepan Cuantos...", Editorial Porrúa, 2001. pp. 96-97. ISBN 970-07-0626-5.
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