mayo 15, 2012

In Memoriam: Carlos Fuentes (1928 - 2012)


"No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres".
Carlos Fuentes (1928 - 2012)

Recuerdo que habíamos realizado nuestro check-in para irnos de vacaciones hacia alguna playa del país; creo que era Mazatlán, pero eso importa poco en este momento. Papá me había dicho que saliéramos hacia las afueras de la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para fumar antes de meternos a las salas de espera. En mi mochila traía un par de revistas y un libro de Haruki Murakami; estoy seguro que era "Crónica del Pájaro Que Da Cuerda al Mundo", pero eso tampoco importa.

Eran casi las 8 de una mañana nublada y grisácea como los pisos de ese edificio cuando un par de taxis llegaron a paso acelerado frente a la puerta de cristal donde papá y yo estábamos apostados exhalando el humo de un par de cigarrillos resecos. Del automóvil salió un hombre de cabello blanco y orgulloso bigote entrecano, vestido de blazer y camisa impecables; junto a él aparecía una mujer rubia a quien la edad había sabido embarnecer. Un grupo de cinco personas ayudaban a sacar todo el arsenal de maletas Louis Vuitton que la pareja llevaba mientras él compartía con algunos periodistas sus impresiones sobre la actualidad de nuestro país.

Estaba mirando hacia dentro del Aeropuerto cuando mi papá me llamó y me dijo: ¿Sabes quién es él?. Por supuesto, ¡maestro!, seguro se va a Brown o a Londres. Creo que sobra decirlo, él era Carlos Fuentes y ella su esposa, la periodista Silvia Lemus. Supongo que mi anécdota es pasajera, y que reacción fue demasiado juvenil, pero es una imagen nítida que poseo de un hombre que hoy dejó de estar entre nosotros.

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El día de hoy, 15 de mayo, murió en la Ciudad de México uno de los escritores más sobresalientes de la literatura universal; la noticia cayó como plomo en el mediodía mexicano, ya que con Carlos Fuentes no sólo ha muerto una de los principales voces de la narrativa hispanoamericana, también ha muerto una de las principales brújulas para entender la historia de México.

Mexicano nacido por accidente en Panamá, hijo de un diplomático, vivió en muchas de las capitales de América durante su infancia y juventud. El haber estudiado Derecho y Economía le dio un panorama crítico amplio para conocer lo que haría presente en sus novelas: los conflictos entre la historia, la política y la cultura en un país amarrado por una evanescente revolución retórica cuyos vicios lo han llevado a su situación actual. Junto a Juan Rulfo y Octavio Paz, Fuentes otorgó modernidad a la tradición narrativa mexicana.

Fue la literatura la que ancló de buena vez a este joven ciudadano del mundo en su país, después de un periodo de juventud errante. La serie de cuentos "Los Días Enmascarados" sólo era el preludio a su primera gran obra maestra: "La Región Más Transparente", la obra que revolucionó la literatura mexicana con su lenguaje propositivo y su novedosa temática que abarca todos los niveles sociales de la gran urbe, tan hermosa y tan tenebrosa a la vez, que es la Ciudad de México. "Aura" es un texto de género y carácter fantástico, el encuentro entre Felipe y Consuelo Llorente, cuya vaporosa y misteriosa sobrina cautiva y enamora al solitario historiador. "La Muerte de Artemio Cruz" fue el dibujo fidedigno que Fuentes trazó de la historia del México posrevolucionario.

En el opus de Carlos Fuentes, hay otras grandes piezas literarias como "Cambio de Piel", un desentrañado psicológico de varios personajes que visitan la pirámide de Cholula en su trayecto del De-Efe a Veracruz. "Terra Nostra" es un compilado que busca desentrañar la relación que existe entre nuestro pasado precortesiano y el mundo hispánico que nos fue heredado, en medio de un proyecto historiográfico de gran extensión. "Gringo Viejo" es una reescritura de la historia de un periodista norteamericano que, dejando atrás todo en su país, se lanzó hacia México para conocer al forajido Pancho Villa. Así hay una veintena de obras más de un escritor al que lo alcanzó la muerte antes que el Nobel; ya lo había manifestado Vargas Llosa, y era el deseo de muchos, pero no se puede tener todo en la vida.

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Pero hay un libro que sobrevive con gran fuerza en mi imaginario literario por la fuerza que logró transmitirme, un libro donde Fuentes hace un recorrido casi fotográfico por los grandes momentos de la cultura y el arte del México posrevolucionario, bajo el protagonismo de una mujer fuerte, inquieta y creativa llamada Laura. "Los Años con Laura Díaz" es una de mis novelas favoritas, de esas novelas "totales" que sueño con escribir algún día, un compilado de impresiones que su autor tuvo en relación a las figuras más importantes de la cultura del siglo pasado. Si no he perdido la esperanza de que la cultura y las artes pueden levantar a mi México de sus problemas, es en parte gracias a este libro.

Aquí, Fuentes no le huye por completo al contexto político, sino que lo asume como parte importantísima para entender el contexto social y cultural: Laura es una mujer que refleja un siglo de cambios en todos los sentidos, cuyos personajes son memorables: desde sus tías, artistas frustradas enamoradas de Europa y su hermano el magonista caído e idealizado, hasta su esposo el sindicalista y sus amantes, el dandy fogoso y el republicano exiliado. Sus hijos tan opuestos, el Santiago soñador y el Dantón materialista, son dos canales que reflejan las inquietudes de la naciente clase media citadina.

Laura Díaz fue una mujer que siempre estuvo rodeada de inqueta sensibilidad y ebullición artística, gracias a sus tías, pianista y poeta, y a las muñecas alemanas que siempre la rodearon. Al llegar a la Ciudad de México, entra de lleno en el mundo cultural de la época: viaja junto a Diego y Frida en su periplo por Estados Unidos, se dedica a la fotografía a la manera de Lola Álvarez Bravo y describe cada momento de la urbanización de la Ciudad de México con el paso de su edad.

El nieto asesinado en el 68, Santiago como el tío fallecido y como el hermano fusilado de Laura, cuyo hijo huérfano uniría los hilos del relato con el presente, es el punto de unión de ese ciclo magistral. Fuentes había escrito una novela llena de poder e imaginación en medio de uno de los entornos culturales más enriquecedores de la historia latinoamericana.

Conmemorando la vida y la obra de Carlos Fuentes, los dejo con un fragmento del primer capítulo de "Los Años con Laura Díaz", una novela que marcó mi vida.

Descanse en paz.
Un mural sólo en apariencia se deja ver de un golpe. En realidad, sus secretos requieren una mirada larga y paciente, un recorrido que no se agote, siquiera, en el espacio del mural, sino que lo extienda a cuantos lo prolongan. Inevitablemente, el mural posee un contexto que eterniza la mirada de las figuras y la del espectador. Me sucedió algo extraño. Tuve que dirigir mi propia mirada fuera del perímetro del mural para  para regresar violentamente, como una cámara de cine que del full-shot se dirige como flecha al acercamiento brutal, al detalle, a las caras de las mujeres trabajadoras, masculinizadas por el pelo corto y el overol, pero sin duda figuras femeninas. Una de ellas era Frida. Pero su compañera, no Frida sino la otra mujer de la pintura - sus facciones aguileñas, consonantes con su gran estatura, su mirada melancólica de cuencas sombreadas, sus labios delgados pero sensuales por su descarnamieto mismo, como si las líneas fugitivas de su boca proclamasen una superioridad estricta, suficiente, sin coloretes, sobria e inagotable por ello, abundante en secretos al decir, al comer, al amar...
Miré esos ojos casi dorados, mestizos, entre europeos y mexicanos, los miré como los había mirado tantas veces en un pasaporte olvidado en un cajón tan cancelado como el propio documento de viaje. Los miré igual que en fotos exhibidas, desparramadas o arrumbadas por toda la casa de mi joven padre asesinado en octubre de 1968. esos ojos que mi recuerdo muerto no conoció pero que mi memoria viva conserva en el alma, treinta años más tarde, ahora que voy a cumplir treinta y cuatro y el siglo veinte se nos va a morir; esos ojos los miré temblando, con un azoro casi sagrado, tan largo que sin duda mis compañeros de trabajo se detuvieron, se acercaron, ¿me pasaba algo?
 ¿Me pasaba algo? ¿Recordaba algo? Yo miraba el rostro de esa bella y extraña mujer vestia de obrero y al hacerlo, todas las formas del recuerdo, la memoria o como se llamen esos instantes privilegiados de la vida, se agolparon en mi cabeza como un océano desatado coyas olas son siempre iguales y nunca las mismas: acaba de mirar el rostro de Laura Díaz, esa cara descubierta en medio de la plétora del mural es una sola mujer y su nombre es Laura Díaz.
(...) 
Alcancé a preguntarme, cayendo, si se puede vivir la vida de una mujer muerta exactamente como ella la vivió, descubrir el secreto de su memoria, recordar los mismo que ella. 
La vi, la recordaré. 
Es Laura Díaz. 

Fuentes, Carlos. Los Años con Laura Díaz. México, Alfaguara, 1999. pp. 17 - 20. ISBN 968-19-0531-8

2 comentarios:

  1. ¡Qué bonita publicación de dedicatoria!, yo también quise prepararle un entrada especial a este hombre, pero aún no la tengo lista. Y ¡qué bien que haya elegido un día para culminar sus días como éste, enhorabuena que se asumió en su hora final como el maestro de maestros que fue y seguirá siendo por los siglos de los pensamientos venideros!

    Un saludo caluroso y mis condolencias por la compartida pérdida ...

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    1. Regreso las condolencias estimada D.D. Sin duda, fue mucha la ironía del destino para arrebatarnos a este hombre en un día como éste, cuando mentes como la suya hacen tanta falta para enseñarnos el camino hacia un país mejor.

      Espero poder leer tu entrada pronto. Saludos!!!

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