Asuntos Pop #2: Los Vazquez Sounds, el vasito donde se ahogaron

Cuando aparecieron los Vazquez Sounds como fenómeno de Youtube, hubo tres detalles que me taladraron el oído y me perforaron el estómago: el hecho de que la canción que estaban interpretando en aquel video viral era "Rolling in the Deep" de Adele, el timbre irritante de la voz de la niña cantante y el jolgorio que se armó durante las semanas posteriores a la salida de este sencillo.

En México, algo bastante común es "aventar las campanas al vuelo" con demasiada antelación, y en cuestiones del talento musical no es la excepción. El vox populi tiende a derretirse con halagos hacia cualquier cambio en la rotación radiofónica, la payola remata y la radio engaña; la industria musical está más cercana a ser línea de producción que a fábrica de maravillas, donde la forma trasciende por encima del fondo. La decadencia de la industria en comparación al empuje de la distribución en línea y  de las disqueras independientes se debe a que sus productos ya no cumplen con las expectativas de los escuchas y a que la piratería termina por mermar sus pocas ganancias.

¿Qué es lo que ha sucedido con los artistas de la industria en países con estrecha oferta musical? Se recurre a refritos de viejos éxitos, los "tributos" a la Frankenstein están en demanda. Se homogeneizan las fórmulas y la libertad creativa se degolla, productores como Timbaland y Pitbull se ponen de moda. Los headhunters dejan de asistir a bares y se meten a navegar en MySpace, retoques más, retoques menos, el simulacro de un éxito espontáneo. El cantante que México ha estado esperando podría ser un alumno de La Academia o de La Voz, donde lo populachero y lo lacrimógeno terminan por triunfar.

De los escombros de la música pop mexicano, así como de sus notables excepciones y guilty pleasures personales, podemos hablar en otro momento, mejor adentrémonos en el fenómeno que hoy me interesa  y me anima a escribir.

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Las "nuevas Amys": Duffy, Adele y Gabriella Cilmi

Hablar de este tema es hablar un poquito de mi historia personal con la música de Adele. No es presunción, pero yo ya conocía a esta gordita malhablada de acento cockney desde el año en el cual salió su álbum debut, 19 (2008), mucho antes del estrellato de hoy en día; eran tiempos turbios en la vida personal de la cantante inglesa más condecorada del momento, Amy Winehouse, por lo que una revista musical se dio a la tarea de buscar a las "nuevas Amys", las que ocuparían la vanguardia pop de la isla en caso de que, como ocurrió dos años después, llegara a faltar el talento de la de Southgate.

Sabiendo que no habría nuevo disco de Amy mientras las adicciones la mantuvieran atada, me di a la tarea de buscar los discos de las chicas que el reportaje mencionaba, para saber qué tan cierto era; a mi vida llegaron tres discos, el ya mencionado 19 de la londinense Adele, el Rockferry (2008) de la galesa Duffy y el Lessons to Be Learned (2008) de la australiana Gabriella Cilmi. Cada una tiene cosas en común con la Winehouse, Adele en sus orígenes en el lumpen y en sus letras de desamor; Duffy en los ritmos bailables y en el dramatismo de sus interpretaciones; y Cilmi en el timbre y la tesitura de su voz. El destino de las tres no podría ser más contrastante: Adele conoció las mieles del estrellato con 21 (2011), Duffy se estrelló en un segundo disco bastante malón, la tercera cambió sus rumbos hacia el dance y apenas está por volver al rumbo del pop.

Cuando llegó 21, llegaron la fama y el stardom, lugar donde Adele se acomodó rápida y cómodamente con su voz, su boquita y su sonrisa; "Rolling in the Deep" comenzó a sonar en todas las estaciones de radio comercial y el álbum se vendía como pan caliente. Estábamos en noviembre de 2011; mientras Adele se recuperaba de una cirugía en la garganta que la mantuvo callada por casi tres meses, apareció en Youtube un peculiar cover de la que era ya la canción pop más sonada del año.

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En un estudio aparecían tres hermanos: el mayor, Abelardo Jr. (16), tocando la guitarra; el de en medio, Gustavo (14), tocando la batería, y la menor, Ángela (11), en la voz. La familia Vázquez radica en Mexicali, Baja California, cerca de la frontera con Estados Unidos; el padre, Abelardo Padre, es productor musical, el mismo que descubrió y lanzó al estrellato a dos bandas pop de la ciudad, Reik y Nikki Clan.

La impresión que causó bulla sobre esta grabación no se enfocó en la habilidad musical de los hermanos varones, sino en la voz de la pequeña; mi primera impresión fue, como ya lo mencioné, de indignación y cierta sospecha. Por inicio de cuentas, la vocecita y su dicción me parecieron bastante irritantes, y el cover un débil reflejo de la magnificencia del trabajo de producción del productor Rick Rubin en la original; además, después de un par de oídas, me hice la pregunta de rigor. ¿Será que la chavita tiene ese "vocerrón" y esos vibratos que vende la producción?

Comencé a pensar en el lavado y encerado express de un AutoTune; mi escepticismo radica en fisonomías físicas, hay mucha caja torácica de diferencia. No estoy negando que Angie cante, pero no creo que cante "tanto", ni que fuera el joven Michael Jackson, un talento fuera de lo extraordinario. Además, bien lo mencionaba alguien a quien aprecio mucho, ¿quién, en sus cinco sentidos, pone a una niña de esa edad a cantar sobre desamor ardido y descarnado?

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El hobby que se volvió trancazo, ¿coincidencia viral o astroturfing premeditado? Mientras los Vazquez Sounds acumulaban entries en Youtube, los medios de comunicación se ponían balísticos pasando el video en sus espacios. Le creo a Abelardo Jr. cuando dice que subió el video como diversión, pero cuando consideramos que era la canción de moda en ese preciso momento y que su intérprete estaba ausente por razones médicas, pienso en otra cosa.

¿Por qué los mexicanos y muchas personas en el universo Internet se ahogaron con tan poca agua? Me atrevería a decir que fue el "gen Timbiriche" del fenotipo del gusto mexicano, pero el antecedente más parecido de esta morfología se llama Justin Bieber, quien hoy se pudre en dinero a costas de adolescente ingenuas. El método "cuelga un video, acumula entries, vuélvete un fenómeno" fue el que llevó al andrógino teen idol canadiense a la fama, no por su talento sino por un maquiavélico sistema de mercadotecnia; a los Vázquez Sounds les pasó lo mismo, lo cual fue aprovechado con misteriosa maestría.

En los siguientes videos de la banda, aumentó la producción del hobby considerablemente, en todo sentido; Sony Music los firmó poco después para fines de distribución. Otra de las cosas que me hizo sospechar en un producto musical prefabricado fue el repertorio elegido para la voz de Ángela: sencillo navideño cover de Mariah Carey, versión descafeinada del hit de Cee-Lo Green, tema oscuro pero pegajoso de la australiana Lenka y, para rematar, la canción que hiciera leyenda hace más de cuarenta años a un tal Michael Jackson, "I Want You Back".

Vázquez Padre es un productor, conoce como nadie su negocio y sabía bien que esa gema en bruto, sus propios hijos, no se le podía escapar como sus anteriores; no me queda duda que papá comenzó a mecer la cuna de la fama de sus vástagos, las canciones anteriores son de manual. La espontaneidad se había perdido, estábamos ya ante un producto profesional en construcción que compartía escenario con Camila y realizaba firmas de autógrafos; hace poco, Yoko Ono les prestó "Let It Be", y desde ese video no se ha sabido nada de ellos.

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Un álbum de estudio con canciones inéditas se ve lejano, y la cresta del fenómeno ha pasado por ahora. ¿Trascenderán los Vázquez Sounds?, ¿Conoceremos la madurez musical de estos hermanos?, ¿Hasta qué límites llegará la voz de la pequeña Ángela cuando crezca? No soy quien para responder estas preguntas, pero tengo que claro que de covers no persiste un acto pop que aspira a la grandeza.

Ojalá que Ángela y sus hermanos me callen la boca...