diciembre 09, 2012

Pacquiao vs. Márquez IV: De la dulzura y una inmaculada revancha

El éxtasis de Márquez (AP)

El boxeo es un deporte que da revancha, es un deporte cuya pureza es demasiada para verse manchada por lo que ocurre más allá del cuadrilátero; que no entiende de otra cosa que no sean los dos hombres que se enfrentan frente a frente, puño a puño, golpe a golpe por ser el mejor. Cuando se anunció el cuarto capítulo de la rivalidad entre Juan Manuel Márquez y Manny Pacquiao, lo primero que vino a la mente fue la decisión del duelo anterior. Los que habíamos visto aquella pelea y habíamos jurado no volver a creer en el boxeo levantamos las cejas con recelo.

Con el paso de los días, la expectación fue creciendo y el deseo de saber el desenlace de este cuarto enfrentamiento fue invadiendo a la afición. No sabría decirles si fue masoquismo o morbo, pero en el fondo de muchos había clara intención de dejarlo todo para ver aquel deseado cuarto capítulo entre el Dinamita y el némesis de los boxeadores aztecas, el gran devorador de mexicanos. La pelea anterior del "Pacman" había sido un asalto a mano armada ante un impotente Timothy Bradley, quien actualmente ostenta el cinturón wélter de la OMB; se esperaba que fuera esta nueva revancha la que le pagaría los platos rotos al tagalo.

Llegó el día, de la Inmaculada Concepción según el calendario, el día D de los dos boxeadores para renovar su tremenda rivalidad. Estaba en juego el cinturón de Campeón de la Década que otorga la OMB, y por petición del filipino, Márquez tuvo que subir de peso ligero a peso wélter, lo cual significaba para el mexicano una gran desventaja; sin embargo, las palabras del capitalino irradiaban confianza, sus puños eran los de todo un país, no había mañana para un hombre que volvería a probar su valía pese a toda adversidad. Esta vez, tendría al MGM Grand de su lado y a tres jueces de tres diferentes comisiones, para eso de las malditas dudas. Bob Arum, el promotor del combate, parecía estar atado de manos en los papeles.

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Después de treinta y seis rounds de peleas previas que fluctuaron entre lo bueno a secas y lo bochornoso, la hora de la verdad se asomó cerca de las 11 de la noche; en el sonido local retumbaba "El Rey" de José Alfredo Jiménez en la voz de Vicente Fernández, el ambiente parecía ser inigualable. La presentación de ambos pugilistas no pudo ser más contrastante, ovación entregada para el mexicano, abucheos airados para el filipino; parecía ser que el escenario de esta ocasión era el mejor de los augurios. Freddie Roach, el entrenador del Pacman, lucía confiado; don Nacho Beristáin, otra leyenda de la toalla y la vaselina, alumbraba con su sabiduría al Dinamita.

Entonces surgió la campana, no hubo más palabras, quedaron frente a frente los viejos rivales como viejas ciudades sin sombras; las hostilidades las inició Pacquiao explotando su rapidez ante un Márquez más dispuesto al estudio que a la acción. Poco a poco, Márquez fue entrando en ritmo apretando el paso y obteniendo buenos golpes, pero en cierta forma la ventaja era ligera para su rival; los primeros dos rounds del combate fueron por lo justo para el filipino. En el tercero, el mexicano demostró sus verdaderas intenciones dejando de lado las cortesías y sus deseos le dieron un fruto rápido, el primer knockdown en cuatro contiendas a una de las mejores quijadas del negocio con tremendo derechazo. Desafortunadamente para Márquez, el Pacman se levantó.

La zurda de Pacquiao había recibido la wake-up call de la caída, el mexicano regresó al estudio mientras que el tagalo enfureció; en tremendos intercambios de golpes, ambos dejaron el alma y pusieron a los aficionados al borde de sus asientos; en el quinto round, un golpe de izquierda del filipino tomó a Márquez con los pies juntos y lo obligó a poner su puño en la lona, lo cual fue contado como un golpe bueno. Justo después de otro gran intercambio de puños, Pacquiao reventó el cartílago nasal del Dinamita, derivándole una hemorragia que encendió focos rojos en la esquina mexicana. Estaba claro que doce asaltos no serían.

Con todo y sangre en el rostro, Márquez saltó al sexto con la intención de darlo todo y buscar hacerle daño a Pacquiao, pero el ambiente comenzaba a nublarse ante un filipino más rápido, más joven, en mejor estado anímico y con mayor punch. No hay empuje que no logre anestesiar el peor de los castigos, eso estaba claro, razón por la cual el mexicano seguía hacia adelante en el toma y daca de su vida, buscando el instante para poder asestar su mejor golpe...

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El final del "Asesino de mexicanos" (AP)

Faltando un segundo para el fin del sexto, la luz se le encendió en un derechazo.

Fue el derechazo de toda la nación, el amor de una familia y el sacrificio de una pasión, uno de los golpes más fulminantes que haya conectado un mexicano en un encordado, y sin lugar a dudas el más dulce de todos. Fue en un intercambio, obra del que para muchos es el mejor counter puncher del negocio, justo en el momento cuando más lo necesitaba. El sangrante Márquez estaba pegado a las cuerdas recibiendo una severa secuencia de golpes cuando en un movimiento hacia su izquierda hizo explotar su diestra sobre la mandíbula de Pacquiao, que impulsado por su furia se encontró con una locomotora; el tagalo cayó fulminado de forma escalofriante, totalmente paralizado por el seco puñetazo de su contrincante.

El MGM Grand era un manicomio; Jinkee, la esposa del Pacman, era un caudal de lágrimas y desesperación y los narradores de los medios internacionales eran un monumento a la incredulidad. Márquez no debió esperar demasiado en la zona neutral, su knockout había sido demasiado contundente y severo; todo era gozo mientras celebraba en todo lo alto de una de las esquinas, alzando los brazos en señal de triunfo. Afortunadamente, todo estaba bien con su caído rival, quien por un momento robó el aliento de los presentes ante su tardía recuperación; la placa del camión que le había pasado por encima de la mandíbula [2596 JMM / DF MEX] había marcado a fuego la venganza de sus connacionales, había caído el asesino de mexicanos... y de la mejor manera posible.

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Esta noche trascenderá para la historia áurea del boxeo mexicano. Esta es una razón por la cual este deporte sigue apasionando a nuestro pueblo. El dinero y los intereses turbios quedaron aparte, esta vez hubo muchas razones para creer...

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